Buenos Aires Provincia


Tiradentes


“Si todos quisiéramos, podríamos hacer de este país una gran nación”

“Este abominable reo”

La transformación en héroe


Tiradentes

Joaquim José fue el cuarto de siete hermanos. Nació en Minas Gerais, tierra con grandes minas de oro. Sus padres fueron Domingos da Silva dos Santos, de origen portugués y Antonia de la Encarnación Xavier, minera e hija de madre paulista.
Su infancia fue bastante fatídica, ya que su madre falleció en 1755 y en 1757 murió su padre. Huérfano, con sólo once años de edad, las posibilidades de estudio y trabajo eran más que difíciles. Nunca se casó pero tuvo tres hijas.

En su juventud, se dedicó al comercio como vendedor ambulante en Minas Novas. Luego se incorporó al regimiento de dragones de su provincia, donde alcanzó el grado de alférez. Los altos puestos militares estaban reservados a los portugueses y por ese motivo no tuvo posibilidad de ascender.

Sin abandonar la carrera militar, se dedicó al oficio de dentista, por lo que mereció el apodo de Tiradentes. Siempre cargaba una pequeña caja que contenía los instrumentos para desarrollar su actividad, junto a hierbas y cremas para aplacar el dolor. No se trataba de un simple sacamuelas; hay testimonios históricos que demuestran que tenía un excelente manejo de las artes odontológicas, incluso por aquel tiempo, colocaba -lo que hoy se denominaría- prótesis dentales.

También se involucró con los mineros que trabajaban en la búsqueda de oro, tarea que no arrojó para él muchos beneficios. A través de la experiencia fue adquiriendo conocimientos en distintos oficios.

Tiradentes viajó a Portugal y presentó ante la reina varios proyectos de obras que mejorarían la urbanización de Río de Janeiro. Propuso la canalización de los ríos Andaraí y Maracaná que abastecerían de agua potable a la ciudad; la construcción de un depósito de trigo en el puerto; un puesto para el embarque y desembarque de ganado en la playa de los mineros. Estos proyectos fueron remitidos al gobernador de dicha ciudad.

Algunos historiadores pretendieron minimizar la figura e impronta revolucionaria de Tiradentes, mostrándolo como un hombre tosco, rudo e iletrado. Sin embargo, documentación aparecida en los últimos tiempos, evidencia que se trataba de un bravo guerrero libertario, que mantuvo en Francia reuniones con el embajador plenipotenciario estadounidense Thomas Jefferson ante la corte de París, buscando –como tantos otros americanos- acuerdos comerciales y apoyo para la independencia de su tierra.

“Si todos quisiéramos, podríamos hacer de este país una gran nación”

La capitanía de Minas Gerais adquirió relevancia luego de convertirse en un importante polo de explotación de oro. A él arribaban muchos interesados desde Bahía, Sao Paulo, Pernambuco e incluso desde Portugal. Lusitanos y bahianos compitieron contra los nativos de Sao Pablo por el control del oro. La recaudación de la corona portuguesa creció a partir del cobro de altos impuestos.

A mediados del siglo XVIII, la exportación del mineral comenzó a mermar y los habitantes de la región no tenían recursos para pagar los impuestos. La Corona estaba convencida de que los funcionarios coloniales burlaban al fisco y se quedaban con buena parte del oro extraído –lo cual tenía mucho asidero-, y que, por ese motivo, la recaudación era menor. Ordenaron la realización de varias derramas (cobro de impuestos atrasados) y enviaron nuevas autoridades con finalidades recaudatorias.

Un grupo de mineros, hacendados, contratistas, eclesiásticos y funcionarios públicos que rechazaban la derrama, comenzaron a reunirse, formaron un club de conspiradores y se dedicaron a la agitación política en contra del orden colonial. Planearon una insurrección, que llevó el nombre de Inconfidencia mineira.

En 1787, Tiradentes viajó a Portugal y mantuvo contacto con Álvarez Maciel, da Maia Barbalho, José Mariano Leal, Domingos Vidal Barbosa, muchos de ellos estudiantes universitarios en Coimbra y Montpellier. En Europa, mantuvieron contacto con Thomas Jefferson, quien les prometió barcos, armamento y soldados a cambio de beneficios comerciales.

Los conjurados tomaban como ejemplo a la naciente independencia de los Estados Unidos y tenían proyectado organizar una república independiente de Portugal, aprovechando la inaccesibilidad de Minas Gerais. El canónigo Luis Vieira Da Silva, había traducido la constitución estadounidense, que sirvió a la vez de modelo organizativo y de herramienta proselitista. Tiradentes garantizaba el apoyo militar y de sectores populares en la revuelta, que se desataría al iniciarse la nueva derrama.

Joaquim José creía que en Brasil se podría conformar una república más próspera que la de los Estados Unidos, debido a los beneficios que brindaba la naturaleza, recursos minerales y vegetales; también debido a la existencia de ciudades más desarrolladas que las del norte. Afirmaba: “Si todos quisiéramos, podríamos hacer de este país una gran nación”.

Los conspiradores elaboraron un programa que incluía la elección de un presidente con mando de un año que estaría controlado por una asamblea; una nueva ciudad capital en Sao Paulo; una bandera blanca con un triángulo rojo que llevaría la frase “libertad más pronto que tarde”; libertad de comercio; escuelas, hospitales y casas de caridad en manos de sacerdotes; la fundación de una universidad en Villa Rica; los ciudadanos tendrían sus propias armas y servirían cuando convocados, no habría ejército oficial; anulación de deudas con la Corona; creación de manufacturas.

El grupo no era homogéneo, por ello, el tema de la forma de gobierno y de la esclavitud fue de los más discutidos, ya que muchos eran esclavistas y partidarios de la monarquía.
  
En 1788, el gobernador de Minas Gerais creó nuevos impuestos y reprimió manifestaciones de descontento; ese fue el detonante de la insurrección.

“Este abominable reo”

En 1789, Tiradentes, uno de los principales líderes del movimiento, buscó ampliar la base insurreccional incorporando a los pobladores de las ciudades de Río de Janeiro y Sao Paulo. A pesar de que la organización se mantuvo en la clandestinidad, las sospechas acerca de situaciones irregulares crecieron entre los funcionarios portugueses llegando incluso a oídos del virrey, Luis de Vasconcelos.

Uno de los miembros del grupo, Joaquim Silvério dos Reis, decidió negociar sus deudas personales con el Estado y, traicionando a los conjurados, los denunció ante las autoridades coloniales. La insurrección fracasó, los conspiradores resultaron apresados en Villa Rica y Río de Janeiro, y sometidos a proceso durante tres años. Lapso en el que fueron interrogados, careados, torturados y degradados. El canónigo Ignacio Nogueira de Lima no soportó la tortura y confesó cuál era el lugar donde se ocultaba Tiradentes, quien fue detenido el 16 de mayo de 1790 y juzgado.

Algunos de los acusados fueron condenados al destierro, otros al encarcelamiento perpetuo. En el caso de Tiradentes, el fallo de los jueces decía: “Condenan al reo Joaquim José da Silva Xavier, alias el Tiradentes, que fue alférez de la tropa paga de la Capitanía de Minas, a ser conducido por las calles, atado y anunciado por el pregonero hasta el local de la horca, y en ella morir de muerte natural para siempre, y que después de muerto le sea cortada la cabeza y llevada a Villa Rica, en donde será clavada en un poste alto, en el local más público, hasta que el tiempo la consuma; y su cuerpo será dividido en cuatro cuartos, y clavado en postes, por el camino de Minas, en la finca de la Varginha y de las Cebolas, donde el reo realizó sus infames prácticas, y el resto en las fincas de mayores poblaciones, hasta que el tiempo también las consuma, declaran al reo infame, y a sus hijos y nietos, confiscando sus bienes para el tesoro público y Cámara Real, y la casa donde vivía en Villa Rica será arrasada e impregnada de sal para que nunca más pueda edificarse en ese suelo, y no siendo propia será tasada y los bienes confiscados se pagarán a su dueño, y en el mismo suelo se levantará un monumento para que se conserve el recuerdo de este abominable reo”.

Joaquim José fue ejecutado el 21 de abril de 1792, a los 46 años de edad. Otros inconfidentes recibieron como pena el destierro. Las hijas de Tiradentes se vieron obligadas a huir en dirección a la campaña de Minas Gerais, porque fueron perseguidas por integrantes del gobierno colonial.

Quienes dieron nombre a este intento independentista lo llamaron Inconfidencia, palabra que significa denuncia. Parece que quienes lo nominaron deseaban resguardar la memoria de la delación y del fracaso y no el valor de quienes sacrificaron su vida por la libertad, como Joaquim José Da Silva Xavier. Tal vez, porque su accionar se hubiera transformado en un ejemplo para otros descontentos y seducidos por los ideales revolucionarios.

La transformación en héroe

A pesar del grito de Ipiranga del 7 de septiembre 1822, que dio paso al Brasil independiente, los hechos de la Inconfidencia mineira y la figura de Tiradentes, se mantuvieron ignorados.

Cuando se escribió la historia de esos acontecimientos, los autores los denominados inconfidencia, es decir, denuncia, traición, delación minera. Quizá con la finalidad de generar una imagen negativa del hecho que tuvo apoyo de distintos sectores de la población colonial. Tal vez, porque la propuesta de los insurrectos no sólo era la independencia sino la conformación de un gobierno republicano; el que –pese a la independencia en 1822- no se concretaría hasta 1889, cuando se abandona la forma monárquica de gobierno. República en la que muchos funcionarios del imperio continuaron ejerciendo cargos públicos e influyendo en las decisiones de vagas reformas.

Recién hacia 1930, con la instauración del régimen populista de Getulio Vargas, los acontecimientos de la Inconfidencia mineira. A mediados de esa década vieron la luz documentos acerca del proceso judicial, lo que posibilitó que se conociera la dimensión de la acción de ese grupo de hombres.

Joaquim José da Silva Xavier, Tiradentes, se transformó en uno de los héroes de la independencia del Brasil; se lo presentó como un hombre que se sacrificó en pos de los ideales de libertad; fue símbolo de la república. Tiradentes pasó a ser una fuente de identidad colectiva, de un “nosotros social” que se identifica con un pasado glorioso.

La figura de los inconfidentes fue realzada. En 1937 el presidente Getulio Vargas repatrió los restos de los inconfidentes muertos en el exilio. Se proyectó un museo donde descasarían esos restos para siempre. Además, los trabajadores del museo serían los encargados de reunir, conservar e investigar los acontecimientos de la Inconfidencia mineira. El museo tiene sus puertas abiertas desde 1944.

El artista Cándido Portinari, representó los episodios y protagonistas de la Inconfidencia mineira en un gigantesco mural de 3,10 metros de altura por 10 metros de largo que finalizó en 1949. La obra -proyectada por Oscar Niemeyer- se encuentra emplazada en el Memorial de América Latina de Sao Paulo.

El tema fue trabajado también desde la literatura y el cine. La obra “Os inconfidentes” de la poetiza brasileña Cecilia Mereiles fue llevada al cine por Joaquim Pedro de Andrade en 1972.
El 21 de abril de todos los años, representantes del gobierno nacional brasileños acompañados por la población de Ouro Preto, realizan una ceremonia en las escaleras de la Casa de Câmara e Cadeia -las que fueron alcaldía y cárcel durante el proceso incoado a los insurgentes- recordando el martirio y muerte de Tiradentes, al que se considera uno de los más grandes patriotas brasileños.