Buenos Aires Provincia
Miguel Jerónimo Lareynaga


Niñez y formación académica


Su carrera como funcionario público

Independencia de Centroamérica

“El fuego de los volcanes”


Niñez y formación académica

Miguel Larreynaga nació en la ciudad de León en Nicaragua, el día 29 de septiembre de 1771,  según relata su primer biógrafo, el Lic. don Ignacio Gómez, aunque hay otras fuentes que afirman que su nacimiento se produjo en 1772.

Fue el único hijo del reconocido orfebre don Joaquín Larreynaga y de doña Manuela de Balmaceda y Silva. Su padre murió antes de que él naciera y, su madre, falleció durante el parto. A pesar, de que en los retratos se lo ve con rasgos de hombre blanco, según estudios realizados por el historiador Sergio Ramírez, la historia oficial ocultó durante mucho tiempo que Miguel era bisnieto de un mulato condenado a muerte por rebelarse contra los españoles.

Se cree que por ser huérfano fueron unas tías solteras quienes llevaron al niño a vivir a la ciudad Telica, donde pasó los primeros cuatro años de su vida.

De regreso a León, su ciudad natal, fue su abuelo materno,  don Baltasar de Silva y un religioso del convento de La Merced, quienes se encargaron de su educación. Con ellos, aprendió a leer y a escribir a los cinco años de edad.

En el Convento de la Merced -como era costumbre- concluiría sus estudios primarios y, a los diez años de edad, ingresaría la institución de mayor prestigio por entonces, el Seminario Conciliar de San Ramón. Allí, estudió gramática latina y filosofía.

A  los dieciocho años de edad, comenzó su carrera docente en el mismo Seminario. Estuvo a cargo de las cátedras de filosofía y geometría hasta que viajó a Guatemala para continuar sus estudios.

Fue en la Universidad de San Carlos de Guatemala donde Larreynaga se destacó como estudiante, obteniendo en 1798 el bachillerato en derecho -civil y eclesiástico- con tan sólo veintisiete años de edad.

Su capacitación y buen desempeño profesional, le permitió obtener el reconocimiento de la Sociedad Económica de Amigos del País, cuyos integrantes le asignaron el título de Catedrático de Matemáticas en la Escuela Popular de Matemáticas. En 1801, su proceso educativo continuo lo llevó a los treinta años a graduarse de abogado en la misma Universidad de San Carlos.

Nunca se casó, pero tuvo un hijo, Manuel Pineda de Mont, que Larreynaga reconoció. El muchacho continuó el camino del padre, ya que fue un jurista muy importante en Guatemala.


Su carrera como funcionario público

La Capitanía General de Guatemala estaba formada por las provincias de Guatemala, Honduras y Nicaragua, la Gobernación de Costa Rica y las Intendencias de Chiapas y El Salvador.
En el año 1800, Miguel, fue nombrado relator interino de la Real Audiencia Territorial; cargo que pudo desempeñar siendo criollo, en virtud de un permiso especial del Rey de España. Ese nombramiento inició la  larga carrera en la función pública de Larreynaga.

Siendo relator de la Audiencia, puso en juego sus amplios conocimientos jurídicos. Según relatan crónicas de época, su inteligencia parecía haber sido específicamente organizada para las funciones de la relatoría, que comprendían primariamente el hacer relación de los autos o expedientes en el tribunal, extractando y reduciendo a sus líneas esenciales el complicado edificio de los procesos.

Allí brillaron su inteligencia y capacidades; la Audiencia depositó en él toda su confianza y su opinión era la regla de las sentencias y acuerdos.

Desde 1809 y gracias a sus méritos, fue propuesto para una plaza togada en la Real Audiencia, cargo que Larreynaga ambicionaba y por el cual hizo múltiples gestiones, que fueron apoyadas por la propia Audiencia, por el Obispo de Nicaragua -Fray Nicolás García y Jerez- y por el Ayuntamiento de Guatemala. La toga le fue conferida hasta el 29 de marzo de 1814 por las Cortes de Cádiz.

Miguel Larreynaga fue un servidor público que ocupó posiciones oficiales durante la colonia y también, en el gobierno de la República Federal de Centroamérica, en el Imperio Mexicano -a raíz de la Anexión de Centroamérica al Imperio de Iturbide-, en el Estado de Guatemala y en el llamado Sexto Estado de Centroamérica (comprendía Quetzaltenango, Totonicapán y Solota) de efímera existencia.

En 1821, Miguel Larreynaga, donó a la Universidad de León su frondosa biblioteca, compuesta por unos tres mil volúmenes.


Independencia de Centroamérica

En las colonias españolas se vivió gran conmoción durante las dos primeras décadas del siglo XIX. En todas ellas, grupos insurgentes se alzaban contra las autoridades realistas y los ejércitos enviados por Fernando VII para mantener o recuperar sus colonias. Las ideas de independencia llegaban también a Nicaragua y a toda Centroamérica. De todos esos movimientos, la independencia de México fue la que impactó con más fuerza en los acontecimientos centroamericanos.

Por su preparación académica, Larreynaga, se había incorporado a los sectores medios de la sociedad y pertenecía al grupo de liberales que colaboraba con “La Gaceta de Guatemala”, vehículo del pensamiento ilustrado. Su perspectiva acerca de la independencia fue la de criollos.

Luego de estar en Nicaragua, Larreynaga regresó a Guatemala el día 15 de agosto de 1821, un mes antes de la proclamación de la independencia. Por entonces, el rey lo nombró oidor tercero de la Real Audiencia de Guatemala, en razón de sus méritos y servicios.

Las noticias de la anexión a México de la intendencia de Chiapas, decidieron al capitán general Gabino Gaínza convocar a las autoridades civiles y eclesiásticas de la Capitanía a una reunión para el 15 de septiembre de 1821, con el fin de evaluar alternativas y acciones a seguir.

Por entonces, dos proyectos eran los que circulaban. Uno, con la propuesta de incorporar Centroamérica al imperio de México, dirigido por Agustín Iturbide; plan que permitiría mantener el monopolio político y económico de las familias tradicionales de Guatemala. Otro, invitando a una independencia de carácter absoluto, conformando una república federal en la que las provincias gozaran de autonomía, siguiendo el modelo de los Estados Unidos de Norteamérica. Este último proyecto, colocaba al resto de las provincias en pie de igualdad con Guatemala y ponía punto final a su hegemonía en la región.

Miguel Larreynaga participó de la reunión convocada por Gaínza, y se pronunció a favor de la tesis de la proclamación inmediata de la independencia de Centroamérica. Suscribió el Acta de Independencia y formó parte de la primera Junta Consultiva, creada ese mismo día, en representación de su provincia, Nicaragua.
Inmediatamente después de proclamada la Independencia de España, las provincias centroamericanas fueron captadas por el plan de Iguala. Entre enero de 1822 y marzo de 1823, Centroamérica formó parte del imperio mexicano, Larreynaga apoyó esta alternativa y se trasladó a México para desempeñarse como diputado de Sacatepéquez y regente de la corte de justicia en Oaxaca. Luego, de la caída del imperio, Guatemala invitó a las demás provincias a reunirse en un Congreso. Participaron representantes de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, mientras que Chiapas se mantuvo unida a México.

El congreso en Guatemala declaró (1 de julio de 1823) independencia de Centroamérica de España, México y de toda otra nación y asignó a la unión el nombre de Provincias Unidas del Centro de América. Una asamblea nacional constituyente fijó los símbolos nacionales y fue la encargada de redactar una Constitución que optaba por un gobierno republicano, representativo y federal, el mantenimiento de la religión católica y los derechos del ciudadano. Esta unión se mantuvo hasta 1838, cuando, al romperse el pacto federal, se produjo el nacimiento de cada república centroamericana en forma independiente. Larreynaga durante la presidencia de Carrera en Guatemala, se desempeñó como presidente de la corte suprema de justicia y ministro de educación.


“El fuego de los volcanes”

Durante su juventud, Miguel Larreynaga, recorrió en muchas oportunidades el trayecto entre Telica y León y se sintió atraído por la particular geografía conformada por lagos y volcanes.

Puso particular atención a los volcanes de Telica y sus abiertas venas que llegaban a los hervideros de San Jacinto, y también, al volcán de Momotombo, situado a orillas de lago Xolotlán o Lago de Managua; ambos, volcanes activos, ubicados al oeste de Nicaragua, en la región de las tierras bajas del país.

Entre las muchas obras publicadas por Larreynaga –casi todas ellas de temas jurídicos- se destaca una de carácter científico: “Memoria sobre el fuego de los volcanes”. La primera edición de esta obra se realizó en Guatemala en 1843 y la segunda se editó en México, siendo traducida a idiomas y elogiada por revistas científicas europeas.

La teoría desarrollada por Miguel Larreynaga sostenía que los volcanes activos están ubicados a orillas del mar o cerca de él y nunca a más de cien kilómetros de los océanos, aproximadamente. Afirmaba que cuando los volcanes entraban en erupción, expedían materiales marítimos como  caracoles, corales y piedras pelágicas, lo que demostraría que el fogón de los volcanes estaría en el lecho del mar y, por ende, si los mares se secaran, se apagarían los volcanes.

¿De dónde surgía ese fuego en el fondo del mar? El agua de los océanos, en ciertas zonas, actuaría como lentes que absorben los rayos del sol y, al encontrar en el fondo del mar material sólido, el calor los enciende y los funde, generando una explosión que expele lava y produce temblores.

Aunque la teoría de Larreynaga no es avalada por la ciencia actual, resultan interesantes sus especulaciones y su permanente preocupación por develar la incógnita del fuego de los volcanes. Tanto estimaba Miguel este trabajo, que dispuso que, a su muerte, se lo sepultara con los originales de esta obra y con sus últimos e inéditos descubrimientos.  

Larreynaga murió el 28 de abril de 1847 a los setenta y cinco años de edad. Sus restos fueron depositados en la Catedral de León en 1967.