Buenos Aires Provincia
Micaela Bastidas
Víctor Raúl Haya de la Torre


“Zamba”

Ordenamos desobedecer a los ministros europeos intrusos…

“Chepe mío”

"Por la libertad de mi pueblo he renunciado a todo. No veré florecer a mis hijos..."



"Zamba”

Micaela nació el 23 de junio de 1744. Era hija natural de Manuel Bastidas, descendiente de africanos y de la indígena Josefa Puyucahua, por eso recibió el apodo de Zamba.

La joven Micaela era esbelta, bella, con el cabello ligeramente ondulado, pero lo que más resaltan los historiadores e investigadores, es el temperamento férreo que marcó su derrotero.
Creció en el seno de la familia compuesta por padres y dos hermanos, Antonio y Miguel; sus tíos maternos también influyeron en su crianza.

En ese entonces no era fácil dar instrucción a una mujer. A las de los sectores más acomodados sólo se les enseñaba canto y baile porque eran las encargadas de amenizar las veladas. A pesar de ello, Micaela, aprendió a leer y escribir, cosa que no era común en la época ni en Europa ni en América-.
Cuando tenía casi veinte años, la comenzó a cortejar José Gabriel Condorcanqui.

Ayudada por José Gabriel, la familia de Micaela se mudó a Surimana. En ese pueblo, comienzan a figurar como españoles, lo que les brindaba posibilidad de gozar de ciertos derechos y privilegios. Manuel Bastidas añade a su nombre el tratamiento de Don, señal de que era una persona reconocida en el círculo de la “gente decente”.

El amor que se prodigaron Micaela y José Gabriel fue coronado por su boda, llevada a cabo el 25 de mayo de 1760, en la iglesia Nuestra Señora de la Purificación del pueblo de Surimana.


Ordenamos desobedecer a los ministros europeos intrusos…

El 25 de mayo de 1760, un mes antes de cumplir los 16 años, Micaela se casó con Tupac Amaru II (José Gabriel Condorcanqui) –prócer de la historia del Perú- en la Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación, en el pueblo de Surimana, lugar del curacazgo de su marido.

El matrimonio fue bendecido por el padre Antonio López de Sosa. Los padrinos fueron Andrés Noguera y Martina Oquendo. De la unión nacieron tres hijos: Hipólito (1761), Mariano (1762) y Fernando (1768).

Los esposos Condorcanqui Bastidas tuvieron su residencia en el poblado de Tinta perteneciente a Cuzco. Estaba por finalizar 1780 y las quejas de los indígenas cuzqueños contra los españoles se acrecentaban. El descontento era cada día mayor, la población sufrida y explotada, clamaba contra los tributos y prestaciones obligatorias de trabajo que imponían los españoles (obrajes, repartimientos, servicios, la mita en el lejano asiento minero de Potosí) y contra los abusos de los corregidores.

Tupac Amaru presentó ante la Real Audiencia de Lima en 1776, un pedido para que los indígenas fueran liberados del trabajo obligatorio en las minas. La Audiencia respondió negativamente.

Luego de haber agotado las vías de reclamación pacífica, legal y humana, Tupac Amaru (José Gabriel Condorcanqui) dio el primer Grito de Libertad en el poblado de Tinta, difundiendo una Proclama y tomando prisionero al corregidor de ese lugar, Antonio de Arriaga, instalando su cuartel general en Tungasuca. Los fundamentos del levantamiento eran los malos tratos sufridos por los naturales de estas tierras por parte de la corona española y sus representantes en América, por eso ordenaba que: “[…] ninguna de las personas dichas, pague ni obedezca a los ministros europeos intrusos […]”.

Esta desobediencia daría inicio la insurrección. En Sangarará, las fuerzas tupacamaristas vencieron a los españoles el 18 de noviembre de 1780. Desde allí la rebelión se extendería por toda la región.    

Micaela Bastidas estaba allí. En la batalla de Sangarará mostró su fiereza revolucionaria. Compartió ideales y los avatares de la lucha junto a su propio esposo, José Gabriel.


“Chepe mío”

Desde el inicio de la sublevación, Micaela Bastidas, fue la principal consejera de Túpac Amaru II, llegando a formar parte del famoso consejo de los cinco -que integraban caciques escogidos- y participando en el juicio sumario y el  ajusticiamiento del Corregidor Arriaga.

Luego de la batalla de Sangarará, Micaela y Tupac fueron excomulgados de la Iglesia, acusados de profanadores, por haber destruido la iglesia del pueblo.

Micaela tuvo una vida difícil, alejada de su marido se hizo cargo de la hacienda, de sus hijos y también del sostenimiento de la retaguardia indígena. Las autoridades españolas prohibían a los indígenas tener armas, por eso, uno de los mayores problemas que enfrentaron los insurrectos fue la obtención de armas de fuego. Pero ella acaudilló las huestes nativas, las proveyó de armamento, las aprovisionó, mantuvo controlado el territorio sublevado, arengó a su pueblo a unirse a la lucha por la libertad. Otorgó permisos de viaje para aquellas personas que atravesaban el extenso territorio en su poder: "Salvoconducto. Los alcaldes y caciques del pueblo de Corma y Sanca no molestarán a don Francisco Torres. […] Tinta y enero de 1781. Doña Micaela Bastidas".

Tupac Amaru estaba instalado junto a su ejército en los alrededores del Cuzco, preparado para atacar. Su esposa tenía necesidad de mantener comunicación con él y lo hizo mediante la escritura de sendas cartas, en las que informaba pormenores del conflicto y, también, brindaba noticias de su familia.  

En una de esas cartas Micaela dice a Tupac: “Chepe mío, estás perdiendo el tiempo; hasta cuándo me vas a llenar de pesadumbres; por qué te equivocas, o por qué no marchas al Cuzco […] Bastantes advertencias te di para que inmediatamente fueras al Cuzco, pero hasta ahora has dado todas a la barata, dándoles tiempo para que se prevengan, como lo han hecho poniendo cañones en el cerro Picchio y otras tramoyas tan peligrosas que ya no eres sujeto de darles avance”.

Tal como planteaba Micaela, en su sentida carta, no atacar de inmediato fue un grave error porque los españoles tuvieron tiempo de pertrecharse y de recibir refuerzos.

La historia de amor y compromiso revolucionario de Micaela y Tupac Amaru tocaba su fin.


"Por la libertad de mi pueblo he renunciado a todo. No veré florecer a mis hijos."

Tupac Amaru envió embajadas anunciando a los españoles instalados en el Cusco que estaban rodeados y que sería mejor que se rindieran sin necesidad de recurrir a las armas. En la esperanza de vencerlos utilizando  la diplomacia, Amaru retrasó el ataque, dando a los realistas la posibilidad de pertrecharse bien y de recibir refuerzos.

El 8 de enero de 1781, se concretó el enfrentamiento armado. La batalla se prolongó durante dos días. Dos días de irrefrenable violencia, durante los cuales los realistas recibieron refuerzos y lograron torcer el resultado de la batalla. Tupac Amaru y algunos seguidores pudieron aprovechar la noche para emprender la retirada.

Los realistas fueron en su búsqueda y lograron capturar a Tupac, Micaela e Hipólito, el hijo de ambos. También apresaron a otros seguidores de la causa libertaria. Luego de un juicio sumarísimo fueron sentenciados a muerte.    

En la Plaza de las Armas del Cusco, el 18 de mayo de 1781 se cumplió la sentencia. El primero en ser muerto fue Hipólito, ante los ojos de sus padres. Le siguió Micaela, a quien la condenaron a la pena del garrote. Cuando la estaban preparando para la muerte dijo: "Por la libertad de mi pueblo he renunciado a todo. No veré florecer a mis hijos”.

Antes de aplicarle el garrote, los verdugos trataron de arrancarle la lengua, pero no pudieron hacerlo debido a la resistencia que opuso la brava mujer. Luego, sentada en una silla, atada su cabeza a un palo colocado en forma vertical, un verdugo atornilló una barra de hierro que no pudo atravesar el delgado cuello de Micaela y provocar su muerte. Entonces dos realistas tiraron de la soga que rodeaba el cuello de Micaela hasta ahogarla.

A los 36 años de edad, culminaba la existencia de Micaela Bastidas Puyucawa, una mujer que, como muchas otras mujeres anónimas, entregaron su vida por su gente y en defensa de la tierra que las vio nacer.