Buenos Aires Provincia
Mariano Moreno
Martín Miguel de Guemes
Hipólito Yrigoyen
Eva Duarte de Perón


Usted, que “siempre anda bien montado”


“Un soldado de la Patria y un ciudadano honrado”

“[…] desnudos, hambrientos, y sufriendo el rigor de la campaña […]”

“Anoche oí llegar un caballo y pensé que era él”



Usted, que “siempre anda bien montado”

Su padre, el español Gabriel de Güemes Montero, era funcionario del gobierno y su madre, la jujeña Magdalena de Goyechea y La Corte, pertenecía a una familia de origen ilustre y adinerada.

En su infancia cursó estudios en la ciudad de Salta y aprendió las tareas del campo en las fincas de su familia. Se relacionó con gente de la élite y con gauchos, cuyas costumbres conoció y compartió.

A los catorce años se unió como cadete del Regimiento Fijo de Buenos Aires. Durante las invasiones inglesas, Santiago de Liniers reconoció que Güemes “siempre anda bien montado” y le solicitó que se acercara a los barcos ingleses anclados en la costa. Él y unos paisanos abordaron a caballo el buque de guerra inglés “Justine y lograron rendir a su tripulación.

“Un soldado de la Patria y un ciudadano honrado”

En Salta, las fuerzas enviadas por Buenos Aires eran vencidas por los realistas que ocupaban el territorio. La necesidad de enfrentar al enemigo dio nacimiento a líderes locales como Martín de Güemes. José de San Martín lo designó, en 1814, jefe de vanguardia del Ejército Auxiliar del Norte.

Güemes pidió en vano apoyo para la guerra a las autoridades de Buenos Aires. La lucha por la independencia en la región quedó en manos de gauchos, indios y sus líderes locales.   

Ante presiones del gobierno porteño, pidió disculpas por algún error cometido y manifestó que sólo pretendía ser: “[…] un soldado de la Patria y un ciudadano honrado”. 

En 1815, los salteños lo designaron gobernador de la Provincia. Junto a ellos, obtuvo victorias en la guerra que posibilitaron al Congreso de Tucumán declarar la independencia en 1816.

 

“[…] desnudos, hambrientos, y sufriendo el rigor de la campaña […]”

Durante la lucha, bravos gauchos acompañaron al General Güemes, los caballos fueron el arma que mejor manejaron. Se lanzaban a la batalla en montoneras, arremetían con ímpetu, blandiendo lanzas y boleadoras, provocando espanto y bajas entre los realistas. Mujeres anónimas, junto a Juana Azurduy de Padilla y María Magdalena Güemes de Tejada Macacha”, participaron de la guerra por la independencia.

Güemes informó a Belgrano preocupado por la situación de su tropa: “Crea Ud., mi amigo, que mi alma se estremece al verlos desnudos, hambrientos y sufriendo el rigor de la campaña. Ya no tengo un peso que darles […]”. Pese a ello, combatieron a su lado probándole su adhesión y su compromiso revolucionario.

Cuando estuvo herido, los realistas le ofrecieron un médico a cambio de que renunciara a la causa independentista. Güemes prefirió morir fiel a sus ideales.

“Anoche oí llegar un caballo y pensé que era él”

Comprometido con Juana Manuela Saravia, mantenía amoríos con Juana Iguanzo, esposa del teniente Sebastián Mella. Ante la negativa de Güemes de concluir esa relación paralela, el padre de Juana rompió el compromiso.

En 1812, el general Belgrano lo confinó a Buenos Aires, debido a: “[…] la escandalosa conducta” del teniente y doña Inguanzo “[…] por vivir ambos en aquella ciudad (Salta) aposentados en una sola mansión”.  

En 1815, se casó con Carmen Puch y tuvieron tres hijos. Por los avances realistas cambiaron de residencia frecuentemente. Vivieron a menudo separados: Martín, en el frente de batalla y ella, angustiada, siempre esperándolo.

Según la escritora salteña, Juana Manuela Gorriti (hija de José Ignacio Gorriti, principal lugarteniente de Güemes), un día Carmen comentó: “Anoche oí llegar un caballo y pensé que era él”, pero era el progenitor de Juana que venía con la noticia del fallecimiento de Martín. Presa de una profunda depresión y enferma de tuberculosis,  Carmen murió diez meses después del deceso de su esposo.