Según algunos relatos, Valentín estuvo gravemente enfermo y su madre lo encomendó a Santo Domingo de Guzmán, del cual la familia era devota. Repuesto de sus dolencias y en honor al santo, comenzaron a llamarlo Domingo.
Su padre, don José Clemente, provenía de una familia de buena condición social que por entonces, se hallaba en decadencia. Había trabajado como peón y como arriero en la hacienda paterna. Iniciada la Revolución de Mayo, había apoyado el proceso y en 1812, había organizado una colecta en San Juan para auxiliar al Ejército del Norte liderado por Manuel Belgrano. En 1817, acompañó a San Martín a Chile, empleado como oficial de milicias en el servicio mecánico del ejército. En algunos escritos, su hijo lo recordaba como un hombre dotado de mil cualidades pero con mala suerte y falta de planificación en sus acciones. Destacaba en consecuencia que:
“[...] el sostén de la familia recayó desde los principios del matrimonio sobre los hombros de mi madre, concurriendo mi padre solamente en la épocas de trabajo fructuoso con accidentales auxilios [...]”.
Sarmiento, Domingo F. Recuerdos de Provincia. Buenos Aires: Sopena, 1939.
Sarmiento remarcaba el origen árabe de la familia Albarracín y el lugar distinguido que había ocupado durante la colonia española; algunos de sus miembros eran clérigos y doctores. Sin embargo, durante la infancia de Domingo Faustino, muchos de los Albarracines andaban “[...] de poncho con el pie en el suelo, ganando de peones real y medio al día” (Sarmiento, Domingo F. Recuerdos de Provincia. Buenos Aires: Sopena, 1939).Hacia 1801, Paula siendo soltera y dedicada a tareas manuales, pudo reunir una pequeña suma de dinero que le permitió levantar los cimientos de la casa -se trataba de una sola habitación- que ocuparía cuando formara su familia.
De quince hermanos, sólo cinco llegaron a la edad adulta. Domingo Faustino compartió su vida con cuatro hermanas mujeres: Paula, Bienvenida, Procesa y Rosario. Siempre las recordó con mucha estima:
“Mis hermanas gozaron de la merecida reputación de las más hacendosas niñas que tenía la provincia entera, y cuanta fabricación femenil requería habilidad consumada, fue siempre encomendada a estos supremos artífices de hacer todo lo que pide paciencia y destreza, y deja poquísimo dinero”.
Sarmiento, Domingo F. Recuerdos de Provincia. Buenos Aires: Sopena, 1939.
Menos Paula, todas las hermanas se dedicaron a la enseñanza. Bienvenida fundó el Colegio Santa Rosa donde María del Rosario y Procesa fueron profesoras, también fue directora de la Escuela Central de Señoritas de San Juan en 1863 y presidenta de la Sociedad de Beneficencia en 1867 y 1881. En 1842, la familia se exilió en San Felipe de los Andes en Chile y las tres hermanas fundaron allí una escuela.
Durante el exilio chileno, Procesa -la menor de los Sarmiento- estudió dibujo y pintura con el maestro francés Raymond Monvoisin. En esa época, no estaba bien visto que las mujeres tuvieran inclinaciones artísticas. Se consideraba que sólo debían atender a las tareas hogareñas cotidianas pero Domingo la cobijó en su casa, la alentó en sus estudios y le brindó la posibilidad de relacionarse con personas vinculadas a la vida intelectual y política, ampliando así su capital cultural. El desarrollo personal y profesional de Procesa estuvo íntimamente ligado al de Domingo.
En 1850, contrajo matrimonio con Benjamín Lenoir con quien tuvo dos hijas: Sofía y Victoria.
Se considera que Procesa fue la primera pintora argentina. Entre sus obras, se puede advertir la utilización de técnicas innovadoras como collages realizados con lana, pasto, hojas y telas para representar los paisajes sanjuaninos. Los retratos -sobre todo, los de los miembros de su familia- fueron su predilección.
La familia Albarracín Sarmiento era de condición humilde, llegando a veces a la pobreza angustiosa. A pesar que algunos familiares estaban en buena posición económica, doña Paula no deseaba que supieran de sus necesidades. Según contaba su hijo, se trataba de una mujer decidida a hacer frente a situaciones adversas:
“[...] bajo la presión de la necesidad en que nos criamos, vi lucir aquella ecuanimidad de espíritu de la pobre mujer, aquella confianza en la Providencia, que era sólo el último recurso de su alma enérgica contra el desaliento y la desesperación. Sobrevenían inviernos que ya el otoño presagiaba amenazadores por la escasa provisión de menestras y frutas secas que encerraba la despensa, y aquel piloto de la desmantelada nave se apresta con solemne tranquilidad a hacer frente a la borrasca. Llegaba el día de la destitución de todo recurso, y su alma se endurecía por la resignación, por el trabajo asiduo, contra aquella prueba”.
Sarmiento, Domingo F. Recuerdos de Provincia.Buenos Aires: Sopena, 1939.
Domingo destacó la importancia que la escuela de su madre tuvo en su formación y en el mejoramiento de su naturaleza moral y religiosa.
Documentos de la época
Los documentos que encontrará a continuación dan cuenta del nombre original de Sarmiento, su pensamiento acerca de la posición social de su familia y los vínculos afectivos con sus integrantes.
Acta de Bautismo |
|
Posición social de la familia. (Fragmento) |
|
Correspondencia a su hermana Paula de Gomez. Noviembre de 1879. |