FRANCIA
La Revolución Francesa fue producto del proceso de enriquecimiento de la burguesía debido al comercio transoceánico y el consiguiente desarrollo de la producción. La mediana y pequeña burguesía se lanzó a la conquista del poder político -hasta ese momento monopolizado por la aristocracia y asentado en la posesión de la tierra- para satisfacer su anhelo de igualdad y libertad económica.
Francia contó también con un campesinado oprimido por el excesivo peso de los impuestos. Cuando la burguesía parisina se alió con el campesinado (por ser ambos grupos sociales los sostenes efectivos de la financiación del Estado) y con el proletariado obrero (explotado con interminables jornadas laborales a cambio de míseros salarios), se dieron las condiciones adecuadas para expulsar del gobierno a la nobleza y terminar con el absolutismo del régimen francés, estableciendo un sistema de libertades.
La Revolución en Francia se concretó el 14 de julio de 1789 y marcó el fin del Antiguo Régimen y el surgimiento de una nueva organización socio-política. No tardaron en constituirse en toda Francia gobiernos provisionales locales y una Asamblea Nacional Constituyente que redactó una Constitución en la que se incluyó la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano y los ideales de la Revolución, sintetizados en tres principios: "Liberté, Égalité, Fraternité" (Libertad, Igualdad, Fraternidad). Además, suprimió los títulos hereditarios, estableció la división de poderes, propuso modificar la legislación francesa y dispuso que el electorado quedara limitado a los miembros de la clase burguesa, ya que se debía tener un nivel económico que permitiera tener propiedades para acceder al voto.
Las bases para un estado monárquico con separación de poderes –el rey continuó a cargo del poder ejecutivo controlado por la Asamblea que desempeñaba el poder legislativo-, estaban descritas en “Del Espíritu de las Leyes” (1748) de Montesquieu; y los ideales de la Revolución, en los escritos de Rousseau, Voltaire y otros intelectuales ilustrados.
Pero para los pobres de París nada había cambiado; continuaban reclamando alimentos y soluciones a sus condiciones miserables de vida. Esto hizo que no tardaran en adoptar posiciones radicales que llevaron hasta la decapitación de la pareja real.
En 1794, el gobierno francés pasó a ser ejercido por un Directorio, compuesto de un Poder Ejecutivo, compuesto por cinco miembros. Este gobierno no tuvo la aceptación de la población y fue perdiendo prestigio debido a la imposibilidad de proteger el territorio ante la invasión de monarquías extranjeras.
Ante esta situación, fue surgiendo la figura de Napoleón Bonaparte, coronado en 1804 como emperador de los franceses. Desarrolló un gobierno en el que mantuvo estricto control de la situación interna. En el ámbito externo, inició un proceso de conquistas militares. Su mayor rival fue Gran Bretaña, por quien fue vencido en la batalla de Trafalgar. Como represalia, decretó el bloqueo continental, que disponía el cierre de todos los puertos del imperio napoleónico y de sus aliados al tráfico con Gran Bretaña. El objetivo era provocar una crisis en la naciente industria británica que, tras perder sus colonias en América del Norte, requería de los mercados europeos para ubicar su producción y conseguir de materias primas. En 1808, invadió Portugal y España y luego, fue derrotado en su campaña a Rusia por el crudo invierno que diezmó a sus tropas.
Las monarquías extranjeras se atrevieron entonces a enfrentar las tropas de Napoleón, que se vio obligado a abdicar en 1814. En 1815, intentó, sin éxito, retornar al gobierno. Finalmente, fue desterrado a la isla de Santa Elena, donde falleció en 1821.
Luis XVIII, integrante de la dinastía borbónica, ocupó el gobierno y restituyó la monarquía absoluta.
GRAN BRETAÑA
En el siglo XVIII, cuando la industria y el comercio ingleses progresaban a pasos agigantados, cuando la demanda crecía y las luchas obreras se iban volviendo más y más acuciantes, Inglaterra se vio conmovida por un acontecimiento crucial: el invento de las primeras máquinas. Inmediatamente, se las utilizó con profusión en la industria textil, los transportes -dando origen al ferrocarril- y más tarde, en los barcos a vapor.
Surgieron las fábricas, que empleaban a centenares y luego a miles de obreros. Estos obreros fabriles, lo mismo que los de las manufacturas, eran asalariados. Pero lo que diferenciaba a las fábricas de las manufacturas era que en aquéllas se utilizaban las máquinas.
La revolución industrial no consistía solamente en la invención de las máquinas, sino también en el nacimiento de dos clases sociales: la burguesía, integrada por los propietarios de las fábricas y de todos los medios de producción y el proletariado, integrada por los obreros asalariados.
Este cambio radical se dio en Inglaterra gracias a:
Esta organización económica estuvo imbuida por las ideas de Adam Smith que planteaba la no intervención del Estado en las cuestiones económicas, ya que, el mercado se regularía a través de lo que denominó la mano invisible; es decir, la interacción entre el interés individual, la ley de la oferta y la demanda y la libre competencia. Estos elementos conjugados determinarían qué producir, cuánto producir, a qué costo producir y cuál sería el precio de los productos. Smith, fue partidario del laissez faire, insistía en la necesidad de la libre circulación de los productos. La función del Estado debía ser tan sólo la de mantener el orden interno, defender el territorio nacional y encargarse de aquellas obras públicas que la iniciativa privada no realizara.
El aumento de la productividad contribuyó a que hubiera mayor cantidad de bienes disponibles, por ende, era también necesario asegurar mercados compradores. El bloqueo continental obligó a los ingleses a buscar nuevos mercados en las colonias ultramarinas. Guerra expansiva y comercio estaban estrechamente vinculados para los británicos. El primer ministro William Pitt planteaba a sus compatriotas que “Cuando se trata del comercio, desde vuestra última línea de defensa, desde vuestra última trinchera, debéis defenderlo o perecer.” Así, en 1806 y 1807, dirigieron su flota hacia Buenos Aires intentando, sin éxito, apoderarse de la capital del virreinato. Pero el interés hacia el Río de la Plata no era cosa nueva, desde tiempo atrás los comerciantes ingleses se acercaban a las costas del Río de la Plata violando el monopolio establecido por el gobierno español haciendo llegar mercadería de contrabando.
ESPAÑA
Al comenzar el siglo XVIII e instalada la dinastía de los Borbones en España, Carlos III fue partidario de las ideas de la Ilustración y encaró importantes reformas. Todo para el pueblo pero sin el pueblo, es decir, gobernar en beneficio del pueblo pero sin la participación de éste en las decisiones y en los resortes de poder, fue el lema del despotismo ilustrado.
Influido por las ideas fisiocráticas, se realizaron mejoras en el sector agrario, dividiendo las grandes extensiones de tierra que se encontraban improductivas y entregándolas a los labradores. Para los fisiócratas, el gobierno no debía interferir en los asuntos económicos más allá de lo imprescindible para proteger la vida y la propiedad y la libertad de contratación, adherían al librecambismo. Sintetizaban esta postura en la frase laissez faire, laissez passer, que significaba libertad para la actividad comercial en el interior del Estado y comercio interior y exterior libre, sin trabas. En España, en consonancia con estas propuestas, se mejoraron las vías de comunicación y los servicios de transporte. En pocos años, la producción manufacturera y el comercio se triplicaron y la población creció notablemente.
En relación a la política con las colonias americanas, se evaluó que para ejercer un gobierno efectivo sobre un territorio tan extenso era necesario reestructurar la administración, se crearon así, nuevas capitanías generales y virreinatos, entre ellos el del Río de Plata (1776) que dependía hasta ese momento del virreinato del Perú. Además, con el fin de incrementar el comercio con las colonias, se dictó en 1778 el Reglamento de Libre Comercio que abrió más puertos en España y las colonias, entre ellos, el puerto de Buenos Aires. Además de mejorar el abastecimiento de las colonias, la finalidad fue la reducir el comercio ilegal del que usufructuaban franceses, portugueses, holandeses e ingleses en las zonas del Caribe y el Río de la Plata. Se crearon instituciones como el Real Consulado para que se encargara de promover las economías locales y el comercio en función de las necesidades de la metrópoli.
En las reformas que encaró Carlos III trabajó Melchor Gaspar de Jovellanos favoreciendo la creación de Sociedades Económicas Amigos del País, para beneficiar a las provincias. Consideró que era vital para el crecimiento económico promover la enseñanza de las primeras letras y las artes y oficios. En 1793, Jovellanos fundó el Real Instituto Asturiano, que incluía una Escuela Superior de Náutica y Mineralogía, allí se enseñaba dibujo, náutica, y matemática. Jovellanos fue autor de la “Ley agraria”. En ella, criticó al latifundio y se mostró partidario de la división de la tierra, con la finalidad de entregarla a quienes la hicieran producir. Propiciaba el mejoramiento y construcción de vías de comunicación.
En 1761, Carlos III firmó con Francia un Pacto de Familia –los reyes de Francia y España eran parientes- por el cual España participó en la guerra de los Siete Años y en la de la independencia de los Estados Unidos de América, conflictos que no aportaron beneficios para España.
A la muerte de Carlos en 1788, heredó el trono su hijo Carlos IV, quien gobernó hasta 1808 sin poder manejar exitosamente los hilos de la compleja situación europea y de sus colonias de ultramar.
Un ejército francés ingresó a Portugal como castigo por la violación del bloqueo continental, e rey de España autorizó el paso por su territorio. La monarquía ibérica atravesaba momentos conflictivos debido a las diferencias entre Carlos IV, y su hijo Fernando. Napoleón con el propósito de mediar entre padre e hijo por la sucesión al trono reunió a ambos en Bayona y allí terminó haciéndose del trono José Bonaparte hermano de Napoleón, quien el 6 de junio de 1808, fue proclamado rey de España y de Indias.
La población española no aceptó al nuevo rey, inició la resistencia, levantándose en armas contra los ocupantes. Jurando fidelidad a Fernando VII, el rey cautivo, se establecieron Juntas Provinciales, que desconocieron al rey francés, adoptando la idea de la soberanía popular que recuperaba el poder cuando el pacto social se hubiera quebrado, en este caso por la prisión del gobernante. Representantes de todas las Juntas Provinciales formaron parte de la Junta Central establecida primero en Aranjuez y luego en Sevilla.
En mayo de 1809, la Junta Central convocó a la formación de Cortes no estamentales, donde estuvo representada la población con diputados elegidos popularmente. En 1812 fue promulgada la Constitución Española. Estableció el principio de la soberanía popular, conformándose el pueblo español con los habitantes de España, y sus colonias en América y Asia; instauraba como sistema de gobierno, una monarquía moderada hereditaria controlada por un parlamento (cortes).
La guerra contra los ocupantes se tornó dificultosa pero, finalmente fueron desalojados. Por el Tratado de Valençay, firmado el 11 de diciembre de 1813, Fernando VII recuperó el trono español. Con la reasunción de Fernando VII, quedó sin efecto la Constitución de 1812 y se inició la lucha por la recuperación de sus colonias americana.Del Comercio Exterior I. De Frutos Las razones en que acaba de fundarse la necesidad del libre comercio interior de nuestros frutos, concluyen también a favor de su comercio exterior, y prueban que la libre exportación debe ser protegida por las leyes, como un derecho de la propiedad de la tierra y del trabajo, y como un estimulo del interés individual. Prescindiendo, pues, del comercio del trigo y de las demás semillas frumentarias, que siendo de diferente naturaleza y relaciones, debe examinarse por diferentes principios, la Sociedad no duda, en proponer á vuestra alteza como necesaria una ley que proteja constante y permanentemente la libre exportación de los demás frutos por mar y tierra. Y puesto que nuestra legislación dispensa en general esta protección, sólo habrá que combatir aquellos principios en que se fundan las modificaciones de este comercio respecto de ciertos artículos. Pueden reducirse á dos clases. La primera abraza a aquellos que, sin ser de primera necesidad, se reputan como muy importantes para la publica subsistencia, tales como el aceite, las carnes, los caballos, etc. Se ha creído que el mejor medio de asegurar su abundancia era retenerlos dentro del reino, y en consecuencia fue prohibida su exportación, ó gravada con fuertes derechos, ó sujeta á ciertas licencias y formalidades, casi equivalentes á la prohibición. Ya en otra parte combatió la Sociedad el error que envuelve esta máxima, y le parece haber demostrado que el mejor camino de conseguir la abundancia de los productos de la tierra y del trabajo, sean los que fueren, era estimular el interés individual por medio de la libertad de su tráfico; siendo tan seguro que supuesta esta libertad, abundaran doquiera que el hombre industrioso tenga interés en cultivarlos y producirlos, como que ningún sistema, ninguna ley podrá asegurar esta abundancia donde no se sienta aguijado por el interés. Pero es digno de observar que tales providencias obran en sentido contrario de su fin, y son de un efecto doblemente dañoso á las naciones que tienen la desgracia de publicarlas; por que no solo menguan su cultivo en aquella parte en que pudiera fomentarle el consumo exterior, sino que aumentan el cultivo extranjero en aquella en que dejando de proveerse de los productos de la nación que prohíbe, acuden á proveerse á otra parte y por consiguiente a fomentar el cultivo de las naciones que traen; y esto sucederá tanto mas seguramente, cuando la política general de Europa favorece ilimitadamente la libre exportación de sus frutos. Será, pues, un desaliento para el cultivo propio lo que es un estimulo para el extraño. Nos hemos fiado en demasia de la excelencia de nuestro suelo, como singularmente favorecido de la naturaleza para la producción de frutos muy preciosos; pero si se exceptúan las lanas, ¿qué fruto hay que no pueda ser cultivado con ventaja en otros países?¿No podrá fomentar sus cosechas de aceite la Francia y la Lombardia, mientras nosotros desalentemos las de Andalucía, Extremadura, y Navarra? La ganadería de Portugal y África ¿no podrá prosperar y crecer cuanto decaiga y mengüe la nuestra? Y para contraer más la reflexión, ¿no podrá el mismo Portugal fomentar sus yeguadas, y hacer con el tiempo la remonta de su caballería con potros de su cría, si nos obstinamos en prohibir á nuestros criadores la introducción de caballos en aquel reino? Jamás se debe perder de vista que la necesidad es seria y siempre el primer aguijón del interés, axial como el interés lo es de la industria. Melchor Gaspar de Jovellanos, Ley agraria. |
Instruyendo a los labradores El segundo medio de acercar las ciencias al interés consiste en la instrucción de los labradores. Sería cosa ridícula quererlos sujetar á su estudio; pero no lo será proporcionarlos á la percepción de sus resultados, y he aquí nuestro deseo. La empresa es grande por su objeto, pero sencilla y fácil por sus medios. No se trata sino de disminuir la ignorancia de los labradores, o por mejor decir, de multiplicar y perfeccionar los órganos de su comprensión. La Sociedad no desea para ellos sino el conocimiento de las primeras letras, esto es, que sepan leer, escribir, y contar. ¡Qué espacio tan inmenso no abre este sublime, pero sencillo conocimiento, á las percepciones de un hombre! Una instrucción, pues, tan necesaria a todo individuo para perfeccionar las facultades de su razón y de su alma tan provechosa a todo padre de familias para conducir los negocios de la vida civil y domestica, y tan importante a todo gobierno para mejorar el espíritu y corazón de sus individuos, es la que desea la sociedad, y la que bastara para habilitar al labrador, axial como a las demás clases laboriosas, no solo para percibir más fácilmente las sublimes verdades de la región y la moral, sino también las sencillas y palpables de la física, que conducen á la perfección de sus artes. Bastará que los resultados, los descubrimientos de las ciencias más complicadas, se desnuden del aparato y jerga científica y se reduzcan y simplicísimas proporciones, para que el hombre más rudo las comprima cuando los medios de su percepción se hayan perfeccionado. |