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Belgrano
Su vida
El 3 de junio de 1770 nació Manuel Belgrano en Buenos Aires. La casa de la familia estaba ubicada en la calle Santo Domingo 430 (actualmente, la calle lleva el nombre Belgrano). Así se presenta en su Autobiografía:
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“El lugar de mi nacimiento es Buenos Aires; mis padres, don Domingo Belgrano y Peri conocido por Pérez, natural de Onella, y mi madre, doña María Josefa González Casero, natural también de Buenos Aires. La ocupación de mi padre fue la de comerciante, y como le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época".
Manuel Belgrano, Autobiografía. |
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Hacia 1750, el padre de Belgrano pasó de Génova a Cádiz para ejercer el comercio y después de naturalizarse español, viajó a Buenos Aires donde prontamente, se convirtió en un prominente comerciante. Con una buena posición económica, le brindó a sus hijos varones una buena educación. Así lo recuerda Belgrano:
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"Me proporcionó la enseñanza de las primeras letras, la gramática latina, filosofía y algo de teología en el mismo Buenos Aires. Sucesivamente me mandó a España a seguir la carrera de las leyes, y allí estudié en Salamanca; me gradué en Valladolid, continué en Madrid y me recibí de abogado en la cancillería de Valladolid.
Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como el estudio de los idiomas vivos, de la economía política y al derecho público, y que en los primeros momentos en que tuve la suerte de encontrar hombres amantes al bien público que me manifestaron sus útiles ideas, se apoderó de mí el deseo de propender cuanto pudiese al provecho general, y adquirir renombre con mis trabajos hacia tan importante objeto, dirigiéndolos particularmente a favor de la patria.”
Manuel Belgrano, Autobiografía. |
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Estudió las primeras letras en su casa, con maestros particulares, como era habitual en esa época. Luego, ingresó al Real Convictorio Carolino donde se graduó en 1786. Viajó a España y se graduó en Leyes en la Universidad de Salamanca a los diecinueve años de edad.
Aún en España, complementó sus estudios con la lectura de las obras de Montesquieu y de los enciclopedistas (Diderot, D'Alembert, Rousseau, Voltaire, D'Holbach, Quesnay y Turgot). Se interesó mucho por las ideas de Gaspar de Jovellanos, que por entonces, había redactado un informe sobre la ley agraria, criticando las formas en las que se explotaba la tierra en Andalucía, ya que se producía poco; propuso formas alternativas de división de la tierra y el aumento de producción de la misma. También estudió idiomas y realizó prácticas profesionales en algunos bufetes de abogados.
En 1794, regresó a Buenos Aires, habiendo sido designado Secretario del Real Consulado.
Sus amores
Uno de los mitos de la historia argentina puso en duda la masculinidad de Manuel Belgrano. Tal vez, sus modos delicados, su voz aflautada, la enfermedad venérea que padecía (sífilis), las representaciones generadas a través de la iconografía, contribuyeron a la construcción de esta idea. Pero para ser fieles a la historia, debemos decir que hubo en la vida de Belgrano muchas mujeres, tanto en España durante su juventud como en el Río de la Plata y, a pesar de estar ocupado en actividades periodísticas, políticas y militares, no dejó de destinar tiempo a cultivar relaciones amorosas.
En la época, las tertulias eran espacios apropiados para mostrar en sociedad las cualidades de las jóvenes casamenteras y para arreglar su matrimonio. El matrimonio de las hijas de las familias de la elite era una cuestión de importancia, ya que de esa manera, se controlaban los destinos de la descendencia. Por eso, en los arreglos matrimoniales el amor era lo de menos. Sólo en algunos casos, se iniciaba una relación amorosa, tal es la historia de Belgrano y María Josefa Ezcurra.
En una de las tertulias que frecuentaba, conoció a María Josefa Ezcurra en 1802, cuando él había regresado a Buenos Aires. Era la mayor de la familia Ezcurra. Ella había contraído matrimonio con Juan Esteban Ezcurra, un primo que llegado de Navarra, había logrado hacer fortuna rápidamente pero que, disconforme con los ideales de la Revolución de Mayo, regresó a la península ibérica y dirigió sus negocios desde allí. Estuvieron casados durante nueve años; ella quedó en Buenos Aires gozando de las libertades de una viuda sin hijos de los que hacerse cargo.
Luego de la creación de las baterías sobre el río Paraná para impedir el avance de los realistas y de enarbolar por primera vez la bandera de la patria, Belgrano regresó a Buenos Aires. Se encontraron nuevamente y se enamoraron, él tenía algo más de cuarenta años y ella tan sólo veintisiete.
Cuando le ordenaron a Belgrano partir hacia el norte para comandar el ejército patriota, el amor hizo que María Josefa lo siguiera por Salta, Tucumán y Jujuy sin temer a los peligros a los que se enfrentaba. Sin embargo, temía a la opinión de los miembros de la sociedad cuando conocieran que ella no respetaba las rigurosas normas éticas de la época ya que, sin estar casada con Manuel Belgrano estaba esperando un hijo de él.
Avanzado el embarazo, ella no podía continuar viajando con el ejército, decidieron entonces que el niño naciera en Santa Fe, en la estancia de unos amigos. El 30 de julio de 1813 nació un varón. Sin apellido, fue bautizado en la catedral de Santa Fe. El nacimiento se mantuvo en absoluto secreto.
Los padres no reconocieron al niño, que fue entregado a una de las hermanas de María Josefa, Encarnación Ezcurra casada con Juan Manuel de Rosas. Esta pareja adoptó al niño dándole el nombre de Pedro Pablo Rosas y Belgrano.
En 1812, Belgrano y María Dolores Helguero tuvieron un primer encuentro. Él habría quedado prendado por la hermosura de la joven y le habría prometido matrimonio.
Debido a los trajines de la guerra, debieron distanciarse pero cuando se reencontraron, vivieron un intenso romance, fruto del cual Dolores quedó embarazada.
Belgrano marchó a cumplir con sus obligaciones militares y los padres de Dolores la obligaron a casarse con otro hombre. Durante este matrimonio, nació la hija de Belgrano; luego, el esposo de Dolores la abandonó.
El 4 de mayo de 1819 nació Manuela Mónica del Corazón de Jesús, cuando Belgrano ya estaba muy enfermo. Habiendo solicitado licencia para atender sus afecciones, viajó a Tucumán para conocer a su hija, pero no pudo disfrutarla por muchos tiempo.
Alejado de sus amores y vencido por la enfermedad, murió en Buenos Aires a los pocos meses.
Sus hijos
A veces, era preferible la infelicidad a soportar el reproche social por no haber respetado las normas establecidas. Una mujer casada debía respetar a su marido aunque –como en los casos de María Josefa y de María Dolores- su esposo no conviviera con ella, la hubiera abandonado y no hubiera regresado nunca. No podía volver a casarse a menos que enviudara. Belgrano sabía que el esposo de Dolores se había trasladado al Alto Perú y recurría a informantes para conocer si aún vivía, porque de lo contrario, podría contraer nupcias con su amada.
Esta concepción social, llevó a Belgrano a no reconocer a sus hijos, como modo de no deshonrar el buen nombre de sus madres. Es por eso, que ni siquiera los reconoce en su testamento.
Belgrano había solicitado a Encarnación Ezcurra y Juan Manuel de Rosas -los tíos de Pedro Pablo, que lo adoptaron y lo criaron- que cuando fuera mayor de edad, se le informara que él era su verdadero padre, lo que fue cumplido.
El hijo mayor de Belgrano se instaló en la zona de los actuales distritos de Azul y Olavarria, donde Rosas, le había obsequiado enormes extensiones de tierra. Fue designado juez de paz y comandante militar interino de esos pagos y se dedicó a las tareas vinculadas a la explotación ganadera. Se casó en 1851 con Juana Rodríguez con la que tuvo dieciséis hijos.
Belgrano tuvo ocasión de conocer a Manuela Mónica de la que debió distanciarse cuando su estado de salud se agravó y decidió viajar a Buenos Aires. En ese momento, remitió una misiva al Cabildo de Tucumán, a través de la cual declaraba: “[…] Que la cuadra de terreno, contenida en la donación que me hizo la M.I. Municipalidad y consta de los documentos antecedentes, con todo lo que en ella edificado por mí, pertenece por derecha de heredad a mi hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús, nacida el 4 de mayo de 1819 en esta capital y bautizada el 7, siendo sus padrinos la Sra. Dña. Manuela Liendo y Don Celestino Liendo, hermanos y vecinos de la misma. Para que conste la firmo hoy 22 de enero de 1820 en la valerosa Tucumán, rogando a las juntas militares, como a las civiles, le dispensen toda justa protección”.
Manuela Mónica vivió con su madre hasta 1825, cuando se trasladó a Buenos Aires para quedar al cuidado de sus tíos Juana y Domingo Belgrano, cumpliendo el deseo de su padre. Con ellos vivió en el actual distrito de Azul (Provincia de Buenos Aires), donde conoció a su hermano Pedro Pablo que tenía allí sus campos. Cultivaron una profunda relación y se presume que fue su hermano quien le presentara a su futuro esposo, Manuel Vega Belgrano, un pariente político con quien se casó Manuela en 1852 y tuvo tres hijos.
Manuel Belgrano sabía que su hijo no necesitaría su protección económica por eso, lo poco con lo que contaba trató de dejarlo para su hija. En un escrito citado por Mitre, Belgrano solicita a su hermano, el sacerdote Domingo Estanislao Belgrano "[…] que, pagadas todas sus deudas, aplicase todo el remanente de sus bienes a favor de una hija natural llamada Manuela Mónica, de edad de poco más de un año, que había dejado en Tucumán".
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