Dirección General de Cultura y Educación

Periodismo


Sarmiento en Chile Sarmiento fue periodista y un comunicador de ideas a través de la biografía y del periodismo. Las ideas eran para él representaciones vinculadas a la vida, las sentía como fuerzas actuantes, aliadas o enemigas, entremezclándose y dirigiendo las acciones de las personas:

“Las publicaciones periódicas son en nuestra época como la respiración diaria ni libertad, ni progreso, ni cultura se conciben sin este vehículo que liga a las sociedades unas con otras y nos hace sentirnos a cada hora miembros de la especie humana por la influencia y repercusión de los acontecimientos de unos pueblos sobre los otros”
(Sarmiento, Domingo Faustino. Recuerdos de Provincia. Buenos Aires: Kapelusz, 1966, p. 259).

Imprenta utilizada en Chile en el siglo XIX Sarmiento concibió a las ideas como motores vitales que había que comunicar como un medio para regenerar a los pueblos y pensó que la falta de ellas conducía a la barbarie pura. Al mismo tiempo, consideró al periodismo como un vehículo para lograr estos fines.

La imprenta fue una de sus mejores aliadas porque le permitió llevar a la sociedad la educación y la cultura que -según él- le faltaba. También desde su tarea periodística se sintió un educador, deseoso de extender la información, luchar contra lo que consideraba injusto y conseguir profundos cambios sociales. Hizo que la imprenta estuviera al servicio de sus ideas.

En su juventud uso la imprenta para difundir sus ideas antirrosistas fundando su primer periódico El Zonda, del que sólo llegaron a aparecer seis números en su primera etapa. La aparición de El Zonda fue para Sarmiento una necesidad para dar publicidad a sus ideas, alertando sobre los males que aquejaban al país. Este periódico funcionó, de algún modo, como órgano oficioso de la “Joven Argentina”, asociación secreta creada por Alberdi desde Montevideo en 1833 junto a otros exiliados con la intención de socavar el poder de Rosas y conseguir derrocarlo. Esta asociación tuvo sedes en San Juan, Tucumán, Córdoba, y trabajaron para ella Sarmiento, Benjamín Villafañe, Marcos Avellaneda, Vicente Fidel López y Luis Domínguez, entre otros.

Cada sábado el periódico fustigaba las costumbres de la aldea, la angostura de su criterio, la miseria de la rutina y la opresión. Para no Tapa del primer ejemplar de El Zonda levantar resistencias inmediatas, algunos “vivas” a la Federación, visiblemente colocados, trataban de distraer a los lectores peligrosos. No obstante, la intención verdadera de El Zonda no podía permanecer mucho tiempo en la penumbra. Rosas, que vigilaba siempre desde Buenos Aires las filiales provinciales de la Joven Argentina, no se dejó engañar por el débil apoyo a la Federación y trató de acallar su propaganda contraria a su gobierno.

El Zonda no fue prohibido abiertamente pero, como el periódico se imprimía en la única imprenta que existía en San Juan que era propiedad de la provincia, el gobernador recurrió a un aumento en los impuestos por su utilización. Desde el número seis, El Zonda habría de pagar a doce pesos cada pliego de papel.

Sarmiento se negó a pagar lo que suponía su ruina y, más aún, el cierre del periódico a cono plazo. Apareció el sexto número, no pagó el impuesto y su negativa lo llevó a la cárcel. A pedido de su hermana Bienvenida, Domingo pagó la deuda, quedó en libertad pero tuvo que marchar exiliado.

En su camino hacia Chile, escribió, en un lugar visible, antes de cruzar la frontera: “Qn ne tue point les idées”. Unos arrieros que lo habían visto, aunque no entendían la frase, se rieron de él argumentando que las lluvias borrarían muy pronto su mensaje. “Lo que yo he escrito no se borrará jamás”, les contestó convencido de que su frase llegaría a las autoridades. El mismo Sarmiento dejó en Facundo, el relato de estos acontecimientos: “[...] salía yo de mi patria, desterrado por lástima, estropeado, lleno de cardenales, puntazos y golpes recibidos el día anterior en una de esas bacanales sangrientas de soldadesca y mazorqueros. Al pasar por los baños de Zonda, bajo las armas de la patria que en días más alegres había pintado en una sala, escribí con carbón estas palabras: On ne tue point les idées”.
(Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo, civilización y barbarie. Buenos Aires: Alianza Editorial, 1970, p. 16).

Explicó en Facundo que desde Chile, “donde la libertad brillaba aún, me proponía hacer proyectar los rayos de las luces de su prensa hasta el otro lado de los Andes”, (p. 16).
Entre 1841 y 1853, Sarmiento buscó en el periodismo una manera de educar, de expresar sus ideas y de plantear sus proyectos de sociedad y de país. Su exilio en Chile fue una de las épocas más fecundas como escritor, escribió Facundo, Recuerdos de Provincia, Viajes, entre otras obras. También produjo la mayor parte de su obra periodística que le generó el reconocimiento público.

En Chile, envió un artículo al periódico de Valparaíso El Mercurio que versaba sobre un aniversario de la batalla de Chacabuco. Con él, no sólo llamó la atención, sino que se granjeó la amistad protectora del Ministro de Instrucción Pública, Manuel Montt. El artículo en cuestión le abrió también las puertas del periódico que le comenzó a pagar un sueldo. Desde aquel momento colaboró en El Mercurio de Valparaíso y en El Nacional de Santiago desde 1839 a 1842. Desde 1842 a 1845 también escribió para El Progreso.

Diario Mercurio de Valparaíso Sarmiento estaba convencido de la utilización de la prensa para conseguir la libertad de los pueblos. Por eso, usó al periodismo para exponer sus ideas sobre educación y cultura, para polemizar con Andrés Bello sobre la importancia y los modos de utilización del idioma español, para replicar a Juan Bautista Alberdi sobre su propuesta de organización del país en las “Ciento y una”, o para organizar campañas contra los emisarios de Rosas y sus maniobras.
En las postrimerías del gobierno de Rosas, regresó a su país y entró en contacto con el general Urquiza que se encontraba organizando el Ejército Grande que enfrentaría a las fuerzas rosistas. Sarmiento se entrevistó con Urquiza y éste le enconmendó la confección del boletín de campaña. Así se transformó en boletinero del Ejército Grande, que llevaría a cabo el triunfo de Caseros el día 3 de febrero de 1852, provocando la derrota y la caída de Rosas.

La actividad de Sarmiento no fue fácil, ya que en ocasiones tuvo que hacer milagros para poder transportar la imprenta y seguir a las tropas. Una vez conseguida la victoria, mantuvo algunas diferencias con Urquiza que lo llevaron a un exilio voluntario en Chile. Amparado por la hospitalidad del país vecino, Sarmiento continuó manifestándose como un hombre entregado al mundo de la comunicación. Durante esta segunda etapa publicó Monitor (1852) y el libro Campaña en el Ejército Grande, en el que volcó sus observaciones y experiencias como boletinero del ejército.

Además de fundar y ser el alma de un buen número de periódicos, escribió artículos en otros periódicos de su época. Material que sería interesante conocer para completar el panorama de su extensa vida comunicacional. Gracias a las autoridades y al personal del Museo Casa Natal de Sarmiento de San Juan, que tuvo la gentileza de compartir con nosotros el facsímil del primer número de El Zonda que le presentamos a continuación.

EL ZONDA