A poco de salir la expedición al Norte, la Junta se vio obligada a enviar otra al Paraguay, en atención a que el 27 de julio de 1810 su gobierno había resuelto jurar obediencia al Consejo de Regencia y no reconocer la superioridad de Buenos Aires.
Esta nueva expedición, compuesta de 200 hombres, salió de Buenos Aires al mando de Manuel Belgrano el 25 de septiembre de 1810.
La expedición llegó el 28 de septiembre a San Nicolás, en donde se le incorporaron 357 hombres; prosiguió a Santa Fe y ahí recibió 40 más. Cruzó el Paraná y acampando en la Bajada, hoy Paraná (capital de Entre Ríos) y merced a 200 patricios que recibiera de Buenos Aires y otros contingentes, dio organización definitiva a su ejército que se elevó a unos 950 hombres. A fines de octubre de 1810, reinició la marcha, penetró en Corrientes y se detuvo en Curuzú Cuatiá; de aquí cruzó el centro de esta provincia, venciendo zonas pantanosas, y llegó el 4 de diciembre de 1810 a la costa del río Paraná frente a la isla Apipé. En el trayecto, fundó las poblaciones de Curuzú Cuatiá y Mandisoví. En Candelaria, estableció su cuartel general y el 19 de diciembre de 1810 cruzó el río Paraná y penetró en el Paraguay, desbandando en el combate de Campichuelo una fuerza enemiga.
Belgrano y sus tropas ocuparon Itapúa (hoy Villa Encarnación) y fueron en busca del ejército español-paraguayo. Unos 7000 hombres al mando de Velazco, estaba acampando en Paraguary, a 18 leguas de la Asunción. Después de vencer las dificultades del terreno, Belgrano, el 19 de enero de 1811, atacó en Paraguay; iniciada la batalla en forma favorable, terminó en derrota por una imprudencia de las fuerzas lideradas por Belgrano.
Obligadas a retirarse, regresaron por el mismo camino cruzando a nado el río Tacuarí, en cuya margen izquierda se creyeron seguras. Pero los perseguidores se propusieron cortarles la retirada por el río Paraná y con 4000 hombres a las órdenes de Cabañas y Yegros, atacaron la retaguardia del campamento patriota por una picada abierta en el bosque.
La batalla de Tacuarí (9 de marzo de 1811) puso a prueba las fuerzas Belgrano; rodeado por fuerzas diez veces superiores resistió todo el día y cuando ya no le quedaban más que 200 hombres, respondió a la intimación de entregarse que: las armas de la patria no se rendían en sus manos. Según algunos relatos, el niño correntino Pedro Ríos de doce años solicitó en 1810 incorporarse como tambor a las tropas de Belgrano en su expedición al Paraguay y cayó herido de muerte mientras tocaba el redoble durante los combates. Se lo conoce como “el tambor de Tacuarí.
Al sitio de la última resistencia se le denominó Cerrito de los Porteños. Convenida la cesación de hostilidades, las tropas patriotas se retiraron el 10 de marzo en dirección al paso que se hallaba frente a Candelaria. A pesar del resultado adverso, la revolución no tardó en producirse también en el Paraguay.
Durante la expedición al Paraguay, Manuel Belgrano tuvo ocasión de observar cómo vivían las poblaciones que encontraba a su paso. La región, compuesta por los actuales territorios de la provincia de Misiones y por la República del Paraguay había logrado un gran desarrollo durante el período jesuítico y había sido codiciada –junto a la Banda Oriental- por los portugueses que ambicionaban incorporarla a su Imperio y a quienes se debió resistir en varias ocasiones. Las autoridades coloniales españolas tuvieron que asegurar más las fronteras desde que en 1808 la corte portuguesa se había trasladado a Río de Janeiro, posibilitando una atención más directa de la monarquía a sus proyectos expansionistas.
Paraguay, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental eran regiones en formación y, entre ellas era necesario deslindar jurisdicciones, crear organismos administrativos y policiales, instalar nuevos núcleos urbanos, asegurar la educación de niños y jóvenes. Belgrano se encargó de dar respuesta a los problemas territoriales y también se ocupó del miserable estado de los pueblos misioneros. Con la autoridad que le confirió la Primera Junta, redactó desde el Campamento de Tacuarí el Reglamento para los Naturales de Misiones el 30 de diciembre de 1810.
Reglamento provisional dictado por el General Don Manuel Belgrano el día 30 de diciembre de 1810 (fragmento)
Primero. Todos los naturales de Misiones son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode, como no sea atentando contra sus semejantes. Segundo. Desde hoy les liberto del tributo: a todos los treinta pueblos y sus respectivas jurisdicciones les exceptúo de todo impuesto por el espacio de 10 años. Tercero. Concedo un comercio franco y libre de todas sus producciones, incluso la del tabaco, con el resto de las provincias del Río de la Plata. Cuarto. Respecto a haberse declarado en todo iguales a los españoles, a los que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo americano, les habilito para todos los empleos civiles políticos, militares y eclesiásticos, debiendo recaer en ellos como en nosotros, los empleos del gobierno, milicia y administración de sus pueblos. […] Séptimo. A los naturales se les darán gratuitamente las propiedades de las suertes de tierra que se les señalen, que en el pueblo serán un tercio de cuadra, y en la campaña según las leguas y calidad de tierras que hubiere cada pueblo, su suerte que no haya de pasar de legua y media de frente y dos de fondo. Octavo. A los españoles se les venderá la suerte que desearen en el pueblo después de acomodados los naturales, e igualmente en la campaña, por precios moderados para formar un fondo con que atenderá los objetos que adelante se dirá. Noveno. Ningún pueblo tendrá más que siete cuadras de largo y otras tantas de ancho, y se les señalará por campo dos leguas cuadradas, que podrán dividirse en suertes de a dos cuadras que se han de arrendar a precios muy moderados, que han de servir para el fondo antedicho con destino a huertas u otros sembrados que más les acomodase, y también para que en lo sucesivo sirvan para propios de cada pueblo. Décimo. Al cabildo de cada pueblo se les ha de dar una cuadra que tenga frente a la plaza Mayor, que de ningún modo podrá enajenar ni vender y sólo sí edificar, para con los alquileres atender los objetos de su instituto. Undécimo. Para la Iglesia se han de señalar dos suertes de tierra en el frente de la cuadra del Cabildo, y como todos o los más de ellos, tienen sus templos ya formados podrán éstos servir de guía para la delineación de los pueblos, aunque no sea tan exacta a los vientos que dejo determinados. Duodécimo. Los cementerios se han de colocar fuera de los pueblos, señalándose en el ejido una cuadra para este objeto, que ha de cercarse y cubrirse con árboles, como hoy los tienen en casa todos los pueblos, desterrando la absurda costumbre prohibidos absolutamente de enterrarse en las iglesias. Decimotercero. El fondo que se ha de formar con los artículos octavo y noveno, no ha de tener otro objeto que el establecimiento de escuelas de primeras letras, arte y oficios y se han de administrar sus productos después de afincar los principales como dispusiere la excelentísima Junta o el Congreso de la Nación, por los Cabildos de los respectivos pueblos, siendo responsables de mancomún y insclidum los individuos que les compongan, sin que en ello puedan tener otra intervención los gobernantes que la del mejor cumplimiento de esta disposición, dando parte de su cumplimiento para determinar al Superior Gobierno.[…] Vigésimonoveno. No le será permitido imponer ningún castigo a los naturales, como se consta lo han ejecutado con la mayor iniquidad, pues si tuvieran de que quejarse concurrirán a sus jueces para que le administren justicia, so la pena que si continuaren en tan abominable conducta y levantaren el palo para cualquier natural, serán privados de todos sus bienes, que se han de aplicar en la forma arriba dicha, y si usaren el azote serán penados hasta con el último suplicio. Trigésimo. Para que todas estas disposiciones tengan todo su efecto, reservándome el por ahora el nombramiento de sujetos que hayan de encargarse de la ejecución de varias de ellas y lleguen a noticia de todos los pueblos, mando, que se saquen copias para dirigir al gobernador don Tomás de Rocamora y ,a todos los Cabildos para que se publiquen en el primer día festivo, explicándose por los padres curas ante del ofertorio y notariándose por las respectivas jurisdicciones de los predichos pueblos, hasta los que vivan más remotos de ellos. Remítase igualmente copia a la Excelentísima Junta Gubernativa de la Provincia del Río de la Plata, para su aprobación y archívese en los Cabildos, los originales para el gobierno de ellos y celo de su cumplimiento. Fecho en el Campamento de Tacuarí, a treinta días del mes de diciembre de mil ochocientos diez. *Aclaración: Se respetó la ortografía de la fuente documental. |
Independencia del Paraguay
Al producirse la Revolución de Mayo, el Paraguay tenía aproximadamente 20.000 habitantes. En su capital, Asunción, residían hacendados, comerciantes, profesionales, intelectuales y peones y trabajadores del puerto. La principal producción de la provincia era el tabaco, la yerba mate y los cueros.
Las mayores cantidades de tabaco, cueros y yerba eran producidos en los campos de los grandes hacendados –en su mayoría de origen español- que empleaban fuerza de trabajo de mestizos e indígenas y exportaban la producción hacia la zona rioplatense, en especial, Buenos Aires. El fisco español estableció trabas arancelarias para estos productos al pasar por Santa Fe y luego al llegar al puerto de Buenos Aires.
Además de las trabas impositivas a la exportación, la tensión con la Corona se debía al modo en cómo se gastaba el dinero obtenido, siempre para beneficio de la metrópoli o de Buenos Aires, la capital del virreinato. De modo que la tensa relación no sólo era con el gobierno central sino también con el de Buenos Aires.
Este antagonismo motivó que los hacendados paraguayos se negaran a acatar la autoridad de la Primera Junta, instalada en mayo de 1810 ya que los miembros de la misma, no derogaron los impuestos que afectaban los intereses de los sectores comerciantes.
El grupo social privilegiado, compuesto por funcionarios coloniales, alto clero, comerciantes vinculados a la exportación no podía aceptar la implantación de un gobierno en Buenos Aires compuesto por criollos y que además, clamaba por la libertad comercial para sus venas al exterior. La Junta de Buenos Aires responde enviando una expedición armada al mando de Manuel Belgrano con la finalidad de someter a la provincia. La suerte de las armas fue adversa a Belgrano –recordemos que fue derrotado en las batallas de Paraguari y Tacuarí (9 de enero y 19 de marzo de 1811)-; sin embargo, fue fácil para el ejército patriota inducir ideas libertarias en los criollos paraguayos.
Rápidamente, se organizaron para conspirar contra el poder español y tenían fijada como fecha del estallido revolucionario el 25 de mayo, pero se decidió apresurar el movimiento ante aparentes filtraciones, razón por la que en la noche del 14 de mayo y la madrugada del 15 se consuma el derrocamiento del gobernador Bernardo de Velazco y se conformó un triunvirato integrado por éste, el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia y el Capitán Juan Valeriano de Zeballos.
Se convocó a un Congreso que tuvo lugar el 17 de junio de 1811, en el que se designó una Junta Superior Gubernativa presidida por el Coronel Fulgencio Yegros e integrada por el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, el Capitán Pedro Juan Caballero, el Presbítero Francisco Javier Bogarín y el Dr. Fernando de la Mora. Aún cuando el Congreso, más por formulismo y como mecanismo de autoprotección, juró adhesión a la corona de España, la independencia del Paraguay estaba consumada.
El Congreso estableció que hasta la celebración de un Congreso Constituyente el Paraguay se gobernaría sin la intervención de la Junta de Buenos Aires en sus asuntos políticos; que Buenos Aires no exigiría derechos a la entrada de yerba y demás productos paraguayos; que quedaría abolido el estanco del tabaco dándose libertad a la venta de este producto y, por último, que la Constitución dictada por el Congreso no obligaría al Paraguay mientras no se ratificase en una Junta General de sus habitantes. Se buscaba la conformación de una Confederación aliada a las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero con amplísima autonomía.
Belgrano fue el encargado de tratar estos temas en una misión diplomática al Paraguay. El 12 de octubre de 1811 firmó con la Junta Superior Gubernativa un Tratado de Paz y Límites.
Reunido el Congreso Constituyente en Asunción, sancionó una en 1813 que consagró al Paraguay como la Primera República de América del Sud. En 1814 fue electo el Dr. Francia, en calidad de Dictador Temporal, estrictamente a la usanza romana y en 1816 como Dictador Perpetuo, cargo que ejerció hasta su muerte.
José Gaspar Rodríguez de Francia era hijo de un oficial de origen portugués que fue contratado por la corona española y una mujer descendiente de un gobernador español. Fue enviado por sus padres a estudiar en la Universidad de Córdoba, regenteada en ese período por franciscanos. En la época en que Francia cursaba sus estudios, se dio amplia difusión de la doctrina de los enciclopedistas franceses, en especial a una traducción del Contrato Social de Rousseau. Allí fue compañero de estudios de Juan José Castelli, quien más adelante integró la "Sociedad Patriótica" de Buenos Aires, que congregaba a numerosos periodistas y políticos de importancia decisiva en los acontecimientos de la época, tales como Manuel Belgrano (también amigo de Francia) y otros.
En Francia cursó estudios de teología, en los que se doctoró aun cuando no fue religioso. Para este fin tuvo, también, adecuada formación en filosofía jurídica, ya que a su regreso a Asunción del Paraguay ejerció la profesión de abogado. Fue uno de los promotores del estallido revolucionario en Paraguay. Formó parte del primer triunvirato de gobierno cuando fue derrocado el gobernador español, integró la Primera Junta Superior Gubernativa, fue miembro del Consulado junto al Cnel. Fulgencio Yegros y Dictador Perpetuo, hasta su muerte el 20 de septiembre de 1840.