Dirección General de Cultura y Educación

Motivos

En 1980 la cancillería británica elaboró la propuesta entregar la soberanía de Malvinas a la Argentina. La idea era que –en principio- las banderas de ambos países flamearan en los edificios públicos de las islas. El Reino Unido arrendaría las islas por 99 años  para garantizar a los isleños y a sus descendientes 'disfrutar en forma interrumpida de su forma de vida'. Los kelpers no estuvieron de acuerdo con la propuesta.   Margaret Thatcher, primer ministro de Gran Bretaña junto a Ronald  Reagan, presidente de los Estados Unidos.   El comienzo del litigio sobre la soberanía de las Islas Malvinas y territorios adyacentes, se remontaba hacia 1833. Durante gran parte de esos años, Gran Bretaña se mostró reticente a negociar acerca de la cuestión de fondo y se limitó a mantener su dominio sobre las islas y a profundizar la explotación de recursos en la zona. Pese a ello, el gobierno británico tenía en cuenta que era difícil y costoso mantener la supervivencia y seguridad de la población de las Falkland estando a miles de kilómetros de distancia. 

Consideraban factible negociar con el gobierno argentino la posibilidad de llegar a un acuerdo de leese back, es decir, la cesión a la Argentina de la posesión de las tierras y adyacencias de Malvinas sin reconocer la soberanía sobre las mismas; obligándola al cumplimiento de una contraprestación -generalmente el pago de una suma de dinero-, por un plazo determinado. Se trataba de una situación similar a la que Gran Bretaña mantenía con China por el territorio de Hong Kong (este territorio volvió a estar bajo el control de China a partir del 1 de julio de 1997).

Las posibilidades de negociación se veían dificultadas debido a la intransigencia de los kelpers a cambiar el dominio británico por el argentino, a pesar de que desde el parlamento inglés se dieron señales favorables en ese sentido. Por ejemplo, la ley de nacionalidad británica de 1981, negaba a los habitantes de las dependencias los derechos de ciudadanía, los malvinenses se hallaban comprendidos por esta regla. De todos modos, para el gobierno británico éste era un problema que podía esperar a ser resuelto.

En Argentina, los integrantes del gobierno de facto consideraban –sobre todo a partir de comienzos de 1982- la resolución del conflicto por la vía bélica, esta acción fue el resultado de un acuerdo entre la Armada al mando de Jorge Anaya y el ejército conducido por Leopoldo Galtieri. Esta decisión estaba unida intrínsecamente a las características estructurales de este tipo de régimen, a saber:

  • estructuración de las fuerzas armadas y de la élite oligárquica –basada en la alianza con representantes de empresas multinacionales, empresarios locales, miembros de la intelectualidad, fracciones de los sectores medios- como partido político único. 
  • autolegitimación por la propia fuerza, a partir de la utilización de la represión.
  • reestructuración del Estado basado en el autoritarismo represivo como forma de “defender a la sociedad contra enemigos internos –subversivos- y externos -amenaza comunista internacional-” y garantizar el orden como antesala para el crecimiento y bienestar de la patria”.
  • reinstauración del modelo agro-exportador, eliminando todo rastro de industrialización nacional; lo que conllevaba un violento reajuste político-ideológico y social.
  • eliminación de toda forma de participación política y social y de cualquier forma de disenso.
  • utilización de mecanismos de control  social, medios de información y comunicación de masas tendientes a generar el miedo y a través de él la sumisión, apatía, conformismo, evasión de la realidad, fragmentación social, imposibilidad de cambio.
  • intenciones de alcanzar la hegemonía en el contexto regional, para ello, se desarrolló una tarea de seducción hacia los Estados Unidos –favoreciendo las vinculaciones económicas con sus empresas, tomando créditos externos, aportando en la lucha contra enemigos comunes- y, al mismo tiempo, tratando de distanciarse y alcanzar cierta autonomía respecto de sus recomendaciones y exigencias.      

Una multitud reunida en Plaza de Mayo viva a Galtieri por la decisión de recuperar las Malvinas. Pocos días antes otra multitud se había reunido en el mismo lugar para protestar contra la dictadura y había sido duramente reprimida.  Tapa del diario Clarín, 03-04-1982.  Además, la dirigencia del país era conciente del desgaste del régimen. Luego de siete largos años de represión, de devastación económica, aumento de la pobreza, anulación de la participación política, de opresión cultural y la aparición de fisuras en la cúpula de las fuerzas armadas, consideraba necesario el fortalecimiento de la figura presidencial como garantía de continuidad del sistema y de las políticas instauradas por él. La recuperación de las islas fue parte de una estrategia del presidente de facto Leopoldo Galtieri y su equipo para mantener la continuidad en el poder. Malvinas activaba un elemento emocional unificador de la opinión pública y de los sentimientos de patriotismo.

Las evaluaciones que había efectuado la Comisión de Trabajo Conjunta –armada y ejército- era que ante la llegada de embarcaciones argentinas que realizaran una ocupación no violenta de las islas, el Reino Unido no respondería utilizando la fuerza. Consideraban además, que el gobierno de Estados Unidos se mantendría al margen y que si venía presionando para que el canal de Beagle fuera entregado a los chilenos, la recuperación de las Malvinas vendría a compensar esa pérdida. Por ende, la situación sería controlable y se presionaría a Gran Bretaña a negociar el tema de la soberanía.

La cúpula dirigente evaluaba que luego del triunfo de Malvinas, el general Galtieri se consagraría como un héroe de la patria y garantizaría su continuidad a partir de un plebiscito que lo habilitaría como presidente constitucional. Así, la recuperación de Malvinas sería de utilidad para desviar y canalizar el malestar social, restaurar el prestigio de las fuerzas armadas y dotar al régimen de una legitimidad que nunca tuvo, de un consenso que fue perdiendo y recomponer los lazos de unidad social a partir de los cuales se lograría el  crecimiento y la grandeza del país.

¿Qué había de cierto en estas especulaciones de los hombres del gobierno de facto? Tal vez, algunas respuestas se puedan encontrar en la reacción que tuvieron diferentes sectores de la sociedad ante el desembarco argentino en Malvinas.

El mismo 2 de abril de 1982, una multitud se reunió en Plaza de Mayo para dar muestras de apoyo ante la recuperación de las islas Malvinas y vitorear al dictador Galtieri, quien usó el balcón de la Casa Rosada –salida con sabor a victoria electoral- para saludar a los concurrentes con los brazos en alto y con los pulgares hacia arriba. Habló ante la multitud expresando:

“Aceptaremos el dialogo después de esta acción de fuerza, pero con el convencimiento de que la dignidad y el orgullo nacional han de ser mantenidos a toda costa y a cualquier precio […]. En estos momentos, miles de ciudadanos hombres y mujeres, en todo el país, en todos los pueblos, en las pequeñas granjas, en las ciudades y en esta Plaza de Mayo histórica, que ha marcado rumbos a través de la historia nacional, ustedes, los argentinos están expresando públicamente el sentimiento y la emoción retenida durante 150 años a través de un despojo que hoy hemos lavado […] estoy seguro que cada uno de ustedes hombre, mujeres, la gran juventud argentina y la niñez, están sintiendo como yo […] alegría y tremenda emoción por este acto argentino”. 

En Diario Clarín, 03/04/1982. 

Entre los manifestantes hubo algunos que tuvieron la posibilidad de considerar que acordar con un reclamo por la soberanía argentina de las islas no implicaba desconocer el accionar terrorista del gobierno de facto. Estos pequeños grupos mostraban carteles que decían: “Las Malvinas son Argentinas, los desaparecidos también”; “Malvinas, son de los trabajadores y no de los torturadores”. Lo cierto es que los hechos del 2 abril abrieron la puerta a una oleada nacionalista. 

Gran parte de los partidos políticos, sectores de la iglesia, el empresariado, incluso dirigentes de la Confederación General del Trabajo –Ubaldini y Triaca-; las 62 Organizaciones lideradas por Lorenzo Miguel, apoyaron la recuperación de las islas. El 3 de abril, los representantes de la Multipartidaria expresaban que:

"Ante la recuperación de las islas Malvinas por las Fuerzas Armadas de la Nación, esta Multipartidaria Nacional expresa su total apoyo y solidaridad con la acción llevada a cabo, y reitera su decisión de respaldar todas las medidas conducentes a la consolidación de la soberanía argentina. Este pronunciamiento no implica la declinación de las conocidas posiciones por este nucleamiento frente a la política del gobierno en los distintos campos de la vida nacional".

En Diario Crónica, 03/04/1982.

Para Athos Fava, miembro del Comité Central del Partido Comunista se trataba de “una recuperación de magnitudes históricas que arraigaba en las más hondas aspiraciones nacionales y antiimperialistas del pueblo argentino”. Jorge Abelardo Ramos, dirigente del Frente de Izquierda Popular, escribió en su periódico Patria Grande, que se trataba de “uno de los grandes momentos de la emancipación El general Mario Benjamín Menéndez fue designado gobernador militar de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur. Tomó posesión de su cargo el 7 de abril de 1982.  americana”. Carlos Contín, presidente de la Unión Cívica Radical, expresó: “hay que demostrarle al mundo que esto no es una acción unitateral de las Fuerzas Armadas, sino que es del pueblo todo”. Otro dirigente radical, Antonio Tróccoli dijo que “la cuestión de las Malvinas está por sobre el gobierno y las Fuerzas Armadas, ya que es un interés de la Nación”. Deolindo Bittel, presidente del Partido Justicialista, declaró que “cuando en el mundo se den cuenta que esta medida no es la decisión de un gobierno sino de todo un pueblo, entonces estoy seguro que otros pueblos reverán las decisiones que algunos gobiernos adoptaron ahora”. Algunos partidos vieron la posibilidad de ser considerados para participar de un gobierno de coalición nacional, que abriera paso a lademocratización institucional.

En los discursos de representantes del gobierno de facto y de los sectores de la oposición, se ponía en acento en: 

- la unidad nacional: todos, partidos políticos, sindicatos, iglesia, sociedad debían reconocer la importante decisión del gobierno, dejar a un lado las discrepancias y desarrollar lazos de unión por encima de los intereses sectoriales. Se propiciaba la unidad cuando el discurso oficial hablaba de guerra y enemigo interno y había utilizado todos los medios a su alcance para aniquilarlo, esto es la instauración del terrorismo de Estado en Argentina.

-  la decisión de todo el pueblo: se hacía hincapié en quela recuperación de Malvinas representaba la voluntad de todos los argentinos, cuando era en realidad la decisión de un grupo de personas que habían arrebatado el gobierno por la fuerza, desconocían la Constitución Nacional –a pesar de que se amparaban en ella- y por ende, no representaba la voluntad del pueblo.

- la defensa de la soberanía: era considerada como un acto valedero, que pretendía hacer justicia y dar respuesta legítima al largo conflicto mantenido con los británicos. La defensa de la soberanía era evaluada por algunos sectores como una actitud antiimperialista que daba por tierra con el coloniaje y la dependencia. Seducía a otros, con un fuerte sentimiento nacionalista.

Con la atención de la sociedad centrada en Malvinas y la defensa de los valores de la nacionalidad, el gobierno de facto pudo manipular y contener el descontento social. Por poco tiempo más. 

Le proponemos la lectura de un artículo periodístico que da cuenta de las negociaciones para que Gran Bretaña reconociera la soberanía argentina en las islas.

Malvinas 1982-2008: cuando la soberanía fue posible