Desde el siglo XVI, se sucedieron expediciones navales españolas, francesas, inglesas y holandesas por el Atlántico sur. Sus diarios de viaje dieron cuenta del avistaje de unas islas que, tal vez, pudieron ser las Malvinas. Seguramente, porque los elementos de navegación eran precarios, no era posible una determinación absoluta de la posición de las islas. Lo cierto es que en la cartografía española, un grupo de islas, frente a la costa patagónica –que no pueden ser otras que las islas Malvinas-, aparecen dibujadas mucho antes que en las cartas inglesas.
En los mapas de Pedro Reinel (1522-1523) y de Diego Rivero (1526-1527 y 1529), es donde se las puede encontrar por primera vez, lo que lleva a sostener que las islas Malvinas fueron avistadas por tripulantes de la expedición de Fernando de Magallanes en 1520, cuando buscaban un paso interoceánico. Esteban Gómez desertó de esa expedición al mando de la nave San Antón, y les dio a las islas el nombre de la nave, por eso en el mapa de Rivero aparecen con el nombre de Islas de Sansón.
Durante la segunda expedición inglesa de Cavendish por el Atlántico sur, uno de los tripulantes, John Davis, divisó las islas en 1592, pero no hubo desembarco y la localización era imprecisa. En 1594, el corsario inglés Richard Hawkins mencionó unas islas, pero la cartografía inglesa siguió sin dar cuenta de ellas hasta el siglo XVIII; se supone que Hawkins y otros confundieron Malvinas con las llamadas islas Pepys.
Las Bulas Inter Caetera (1593) y Dudum si quidem le adjudicaban a España su dominio sobre el Nuevo Mundo. La Bula Inter Caetera del papa Alejandro VI decía:
“[...] os donamos concedemos y asignamos perpetuamente, a vosotros y a vuestros herederos y sucesores en los reinos de Castilla y León, todas y cada una de las islas y tierras predichas y desconocidas que hasta el momento han sido halladas por vuestros enviados y las que se encontrasen en el futuro y que en la actualidad no se encuentren bajo el dominio de ningún otro señor cristiano, junto con todos sus dominios, ciudades, fortalezas, lugares y villas, con todos sus derechos, jurisdicciones correspondientes y con todas sus pertenencias; y a vosotros y a vuestros herederos y sucesores os investimos con ellas y os hacemos, constituimos y deputamos señores de las mismas con plena, libre y omnímoda potestad, autoridad y jurisdicción. [...]”.
Las islas Malvinas se hallaban en el espacio mencionado por las Bulas y ningún reino impugnó, por entonces, esta decisión; de modo que quedaba en firme la soberanía de España sobre esos territorios.
Hacia 1600, el marino holandés Sebald de Weert se topó con tres islas pequeñas a las que dio el nombre de Sebaldinas o Sebaldas.
El inglés John Strong, al mando de la nave Welfare, navegó en 1690 por un estrecho que llamó "Falkland Sound" en homenaje a quien había solventado su viaje. Ese estrecho era el de San Carlos. Luego, los ingleses llamaron Falkland a todo el archipiélago.
El marino francés, Luis Antonio de Bougainville, llegó a Malvinas en 1764 y fundó en la isla Soledad un pequeño asentamiento que llamó Puerto San Luis. Una exploración inglesa, a cargo del comodoro John Byron, exploró las islas y fundó en 1766 y en nombre de Jorge III, el puerto Egmont, en la Gran Malvina.
Por Real Cédula de octubre de 1766, España declaró a las Islas Malvinas como dependencias de la Capitanía General de Buenos Aires –dependiente del Virreinato del Perú- y nombró a Felipe Ruiz Puente como gobernador. Al año siguiente, las islas fueron devueltas a manos españolas por el gobierno de Francia.
Los ingleses tardaron más tiempo en desalojar Puerto Egmont. Después de reclamos diplomáticos y por medio de expediciones armadas, su majestad británica ordenó abandonar las islas y no rechazó la reserva de soberanía que España hizo sobre las Islas Malvinas. Cuando se produjeron las invasiones al Río de la Plata (1806-1807), los ingleses tampoco reclamaron derechos sobre el archipiélago.
Cuando en 1776, la monarquía borbónica ordenó la creación del virreinato del Río de la Plata, las islas quedaron bajo la órbita de la gobernación de Buenos Aires. Debido a los peligros y las amenazas de incursiones extranjeras, el rey de España determinó poner a las islas a cargo de un comandante que cumplió funciones de policía y pudiera dar seguridad y defender el territorio. El comandante quedaba sujeto a la autoridad del virrey del Río de la Plata.
Los primeros comandantes se disponen a reconstruir las pequeñas y endebles baterías que estaban muy deterioradas y también a la construcción de un cuartel, el presidio de los desterrados, el puerto, el muelle y la capilla. También se fundaron algunas estancias productoras de ganado.
Otra de las tareas fue el cuidado del abandonado Puerto Egmont y las adyacencias de las islas por donde merodeaban naves norteamericanas, inglesas, francesas matando y faenando lobos marinos. Así, la comandancia de Malvinas sólo debió ocuparse de la defensa del territorio económica y estratégicamente valioso.
A continuación, presentamos el documento por el cual M. Bougainville restituyó las islas Malvinas a la corona española.