Eduardo Gutiérrez nació en Buenos Aires el 15 de julio de 1851.
Sin completar sus estudios, desde su adolescencia se ganó la vida en las redacciones de los periódicos, narrando los episodios de las guerras civiles, la vida de los caudillos o simplemente robos y crímenes que conmovieron la ciudad y campaña. Fue autodidacta, aprendió por su propia iniciativa varios idiomas: inglés, francés, italiano, alemán, portugués.
Prestó servicio como oficial en la zona de frontera luchando contra los malones indígenas. Allí tuvo ocasión de conocer de cerca los fortines, el “desierto” y la vida gauchesca. A partir de sus experiencias y vivencias en ese ámbito, escribió el libro Croquis y siluetas militares. En él, realizó una serie de amenas semblanzas y narra anécdotas sabrosas de la vida militar de tiempos de la guerra contra el indio, en la frontera, incorporando un rasgo original en ese tipo de relatos como lo es el humor.
La vida de aventuras y riesgos que siguió en el ejército lo llevaron a dejar las armas en 1880 para dedicarse de lleno a la literatura, colmado de vivencias que aprovecharía en la escritura de folletines. La aceptación de sus escritos, lo acercaron a participar de prestigiosos periódicos de la época utilizando el seudónimo de Hermenegildo Espumita. En ellos, escribió numerosos artículos políticos, de actualidad, siempre muy críticos.
Fue autor de una treintena de libros, periodista diversificado en kilométricos trabajos, y folletinero infatigable, inspirado en tipos humanos reales, de mayor o menor heroicidad, pero marginales por su origen, circunstancias personales o sociales.
Sobrino de Bartolomé Hidalgo, hermano de Ricardo, poeta gauchesco y prestigioso médico y cuñado de Estanislao del Campo, autor del Fausto criollo, todos ellos seguramente, influyeron en su formación literaria.
Su estilo romántico, imaginativo y a la vez trágico, ganó espacio en el sentimiento de los pobladores ya que reconocían como propias las hazañas y desdichas de los personajes de Gutiérrez, las injusticias sociales de la época y la utilización de la justicia para perseguir intereses particulares y arbitrarios.
Entre sus más conocidos títulos se encontraban: Cipriano Cielo; Los Hermanos Barrientos; El Tigre del Quequén; Hormiga Negra; Santos Vega; El Matrero; La Muerte de Buenos Aires; Juan Cuello; Pastor Luna; Juan Moreira; El Rastreador, etc.
Su éxito más rotundo lo alcanzó con un folletín que escribió en 1882, en el que presentaba un personaje valeroso y noble, producto de una época y lugar: Juan Moreira. Sus obras, según Navarro Violae en el Anuario bibliografico de 1883: "Son narraciones novelescas, horripilantes, para lectores de campaña; factura especial para estragar el gusto y desnaturalizar la historia".
Juan Moreira sentaría las bases del teatro argentino cuando en 1884, fue presentada por los hermanos Podestá y Carlo, en su famoso circo criollo. El texto original fue adaptado especialmente por Gutiérrez para la ocasión. Fue tan popular la teatralización de la obra de Gutiérrez, que algunas autoridades de época prohibieron su puesta en escena, porque consideraban que era un ejemplo "peligroso eso de andar matando milicos en los circos".
Si bien por su edad, Gutiérrez cabría entre los intelectuales de la generación del '80, no lo fue por su orientación y estilo. Sus obras se caraterizaban por vincular lo rural y lo urbano, lo popular y lo masivo; esto escandalizaba a los criticos literarios de los ´80 pero, para la población constituiría una clave de su acceso en reconocimiento de los pobladores de la campaña. La reivindicación de las luchas del gaucho y la descripción de las injusticias que padecían sus personajes, le valió ser un proscripto de una razonable gloria.
Lo invitamos a leer la presentación que Eduardo Gutiérrez hizo de Juan Moreira, transformándolo en un personaje legendario.