Gaucho -durante el último siglo de la colonia y casi todo el siglo XIX- fue utilizado como sinónimos de ladrón, haragán, peleador, etc. En la actualidad, la palabra gaucho designa al hombre de campo, a la persona que se ocupa de las tareas rurales, es decir, el peón de estancia.
Hacia fines del siglo XIX, finalizada la etapa pastoril de la ganadería, el gaucho debía transformarse forzosamente o estaba destinado a desaparecer socialmente. Su modo de vida, sus hábitos de trabajo, eran incompatibles con las condiciones laborales que imponía el capitalismo y la inserción de la Argentina en el mercado mundial.
Durante esa etapa, la incorporación de masas de inmigrantes, la instalación de colonias agrícolas, el incremento de la producción ganadera, el impulso dado a la producción agrícola, el tendido de la red ferroviaria, contribuyó a que la fisonomía rural se modificara con rapidez. Las ciudades también cambiaron en virtud de la instalación de las primeras industrias livianas -sobre todo alimenticias-, del desarrollo de los transportes que vincularan a los diferentes territorios con el puerto de Buenos Aires.
En ese proceso, el gaucho fue perdiendo su libertad, sus rasgos identitarios y fue desarrollando cierta aversión al “gringo” y a las tareas rurales. El nuevo contexto productivo arrojaba al gaucho hacia la estancia y lo obligaba a transformarse en peón.
Los cambios en la estancia y en los campos, a partir de la utilización del alambrado, cercaban y cercenaban las actividades del gaucho, fundamentalmente, el cabalgar con libertad por la pampa libre de obstáculos. Sarmiento expresó, hacia 1878, que antes del alambrado, toda la Argentina era camino, pero el cercado de los campos traía consigo el progreso. El gaucho luchó contra el tendido del alambrado y se negó a realizar esa actividad porque se trataba de una tarea de a pie. Fueron los “gringos” los que cargaban sobre sus espaldas los fardos de alambre y lo estiraban a mano luego de haber colocado los postes donde se prendían. El ritmo de los cercados se aceleró a medida que avanzaba la “conquista del desierto” y quedaban en manos de los terratenientes, nuevas tierras para mensurar, subdividir y garantizar su propiedad privada.
El cercado provocó el crecimiento de la agricultura respecto de la ganadería. Tareas que realizaron los inmigrantes, ya que tenían experiencia en la agricultura y eran hábiles en el trabajo mecanizado y de a pie.
Poco a poco, el gaucho tuvo que entrar en ese régimen de trabajo. En principio, se incorporaba por propia voluntad, y temporariamente, al mercado laboral cuando necesitaba dinero. Es decir, circulaba libre en este sistema; elegía dónde emplearse y se daba la licencia de vagar por un tiempo y luego, cuando era necesario, volvía a buscar empleo.
Finalmente, pasó a ser peón en una estancia, donde el salario implicaba vivienda, ropa de trabajo, vicios, tabaco y algún dinero. Estas experiencias lo llevaron a ir fijando su paradero, a ir construyendo hábitos de trabajo y respeto por la autoridad.
Gran parte de la mano de obra rural fue/es transitoria debido a la estacionalidad de ciertas faenas, como la cosecha, la esquila, ciertos trabajos ocasionales en la ganadería.
Lucio Mansilla describió a este gaucho paisano, es decir, al peón. Lo presentó como:
“[...] un hombre útil para la industria y el trabajo [...] Ocurre al juez, porque tiene el instinto de creer que le harán justicia [...].”
El compilador de música gauchesca, Ventura Robustiano Lynch (1850-1888) advertía que los gauchos comenzaban a contraer matrimonio con los inmigrantes y que a partir de ello, se hicieron visibles ciertos cambios en su fosonomía:
“Una inmensa corriente de inmigración ha modificado bastante el tipo del paisano. Hoy es vulgar encontrar gauchos rubios, blancos, ojos azules, de facciones sumamente finas. Sin embargo, el tipo más general es blanco tostado o trigueño, pelo negro o castaño oscuro, ojos pardos, negros o verdosos, barba muy rala o tupida.”
Lograr estas transformaciones en el gaucho, implicó la actividad conjunta de terratenientes y del Estado fijando límites a su libertad. Las primeras formas de sujetar a estos nómades fue la instalación de legislación, como la Ley de Vagos, que los obligaba a justificar su actividad, a tener un paradero fijo sopena de ser obligado a trabajar en obras públicas o de cumplir servicio militar en la frontera. A continuación, le proponemos su lectura.