Mecanismos
Los hacedores del Proceso de Reorganización Nacional sabían que la instauración del modelo económico propuesto, conllevaba el manejo total del aparato del Estado. Esta situación les permitiría un severo control sobre la sociedad y sobre sectores políticos y sociales opositores al régimen.
El gobierno transformó el aparato del Estado en una imparable máquina represiva siguiendo los lineamientos ideológicos de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Así lo expresaban en el memorandum del 24/3/1976:
“[...] vigencia de la seguridad nacional erradicando la subversión y las causas que favorecen su existencia”.
Entre esas causas se encontraban otros componentes de la DSN como el anticomunismo, el concepto de guerra interna y permanente.
En la concepción de los gobernantes del período, para erradicar esa plaga, era menester militarizar la vida política y social para mantener ordenado el frente interno, donde se encontraban muchos de los defensores del statu-quo que comulgaban con los valores “occidentales y cristianos” que los mentores del Proceso apoyaban y defendían. Todo aquel que se opusiera al régimen era considerado subversivo, partidario de ideas “extranjerizantes” y, por ende, plausible de ser sometido psicológicamente, pudiendo incluso llegar a su eliminación física.
La lucha se dio en todos los campos: organizaciones políticas, gremiales, estudiantiles, culturales; en los barrios instalando el miedo a través de las razzias llevadas a cabo por grupos paramilitares con anuencia de las autoridades.
El fin perseguido era desarticular los movimientos que cuestionaran las estructuras que favorecían los intereses de los sectores dominantes utilizando como mecanismos de control el ocultamiento de información, la creación de un clima de terror, la confusión deliberada en la opinión publica, el adoctrinamiento ideológico utilizando como medio propagandístico a la escuela y los medios de comunicación.
Esta compleja labor represiva se encuadró en un plan sistemático aprobado por las más altas autoridades militares y ejecutado por los integrantes de organismos del Estado y agrupaciones paramilitares que se subordinaron a su autoridad.
Su accionar se desarrolló en la clandestinidad y se inició con los secuestros que se realizaron a través de grandes operativos armados, habitualmente nocturnos y en los domicilios de las víctimas. A ellos le seguía la tortura con el objeto de obtener información y de despojar de dignidad al detenido y la utilización de edificios estatales (comisarías, edificios de las FF.AA.) como campos clandestinos de detención donde se mantenía a los detenidos hasta decidir su futuro; en la gran mayoría de los casos, la ejecución.
Hasta su finalización, el Proceso de Reorganización Nacional continuó aplicando la censura y la persecución a personas de la cultura, la educación, la ciencia, a los sectores trabajadores. Muchos de ellos fueron desaparecidos, otros se vieron obligados a encaminarse al exilio.
Se trató de la práctica del terrorismo de Estado, que no se limitó a Argentina sino que formó parte del llamado Plan Cóndor, que se puso en práctica conjuntamente con los gobiernos dictatoriales de Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil y que contó con el apoyo de los EE.UU.
El régimen logró concitar la adhesión de “colaboradores” en su tarea de “producir un cambio de mentalidad". Conocidos empresarios, intelectuales, actores y periodistas fueron el nexo con la sociedad en procura de esos objetivos.
Lo invitamos a leer una nota realizada por Bernardo Neustad en la que muchos personajes de diferentes ámbitos cuentan qué hacer para que sus hijos no sean guerrilleros.
¿Qué hace usted para que su hijo no sea guerrillero?
En Revista Gente y la actualidad. Año 11, N° 572, 6 de julio de 1976.
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