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El rey de Francia Luis XIV.  Retrato de Henri Teteslin.    La forma de gobierno característica en la Europa del siglo XVIII -con excepción de Inglaterra y Holanda- fue la monarquía absoluta. El rey consideraba que su poder era de origen divino y, por tanto, ilimitado, ya que sólo debía responder ante Dios. Los monarcas absolutos concentraban en sus manos el poder legislativo, ejecutivo y judicial, mandaban sobre el ejército y todas las instituciones del Estado. El Estado en su conjunto, incluyendo sus habitantes-súbditos, eran considerados propiedad personal del rey.

Las sociedades del Antiguo Régimen tenían una población caracterizada por la desigualdad legal entre los diferentes estamentos sociales. Se distinguían tres grupos:

- la nobleza y el alto clero: eran los dos primeros grupos. Dueños de grandes riquezas producto de las rentas de la tierra y del pago del diezmo por parte de los fieles. Tenían exenciones fiscales, eran juzgados según leyes distintas a las del resto de la población y ocupaban los cargos más importantes en el ejército, la iglesia y el gobierno.

- el tercer estado: era un grupo compuesto desde comerciantes ricos y banqueros, hasta los más humildes campesinos. Constituían el 90% de la población. El pago de sus impuestos hacía posible el sostenimiento del reino. Los más pobres eran campesinos, que debían soportar frecuentes crisis de subsistencia –escasez de alimentos, alza de precios, hambre-.

A fines del siglo XVIII, el reino de Francia se encontraba en plena crisis económica: las arcas del tesoro estaban casi vacías y los campesinos y artesanos se hallaban hundidos en la miseria como consecuencia de los impuestos que recaían sobre ellos, y de varios años consecutivos de malas cosechas. Mientras los integrantes de la Iglesia y de la aristocracia no tenían más preocupación que disfrutar de lujos y diversiones; la burguesía, juntamente con los campesinos, el proletariado urbano y los siervos, carecían de poder de decisión y pagaban los mayores impuestos. La burguesía quería participar del poder político, expulsar a la nobleza del gobierno y terminar con el absolutismo del régimen francés, estableciendo un sistema de libertades.

Luis XVI, en un intento de sacar al Estado de la ruina, decidió hacer pagar impuestos a los aristócratas. Los nobles, que hasta entonces habían sido defensores de la monarquía absoluta, exigieron que el rey convocara a los  Estados Generales -asambleas de origen medieval que no se reunían desde hacía siglos y que, según la nobleza, era la única institución que podía exigir nuevos impuestos-.

Apenas se reunieron los Estados Generales -donde el tercer estado estaba  representado-, los burgueses de París acompañados por otros miembros del tercer estado, provocaron una serie de manifestaciones callejeras que asustaron al rey y lo obligaron a acceder a los deseos de este sector. La más importante de las cuales terminó con el asalto a la Bastilla, el 14 de julio de 1789.

Reunión de los Estados Generales en París, 1789.  Los Estados Generales prontamente se transformaron en una Asamblea Constituyente controlada por la burguesía. Esta Asamblea suprimió los privilegios de la nobleza, acabó con el absolutismo, instauró la monarquía constitucional y, más adelante, estableció un régimen republicano. Decretó que el poder residía en el pueblo y proclamó las libertades políticas. En resumen, triunfante la revolución, la clase dominante en Francia ya no era la aristocracia sino la burguesía.

La revolución tuvo que enfrentar problemas internos -de los distintos partidos políticos que habían nacido a su amparo y grandes conflictos externos, ya que las monarquías absolutas vecinas veían en Francia un enemigo mortal, porque era una república y pretendía extender por todo el continente los ideales revolucionarios.

En poco tiempo, y ayudada por la ambición de un joven general llamado Napoleón Bonaparte, que fue coronado emperador en 1804, Francia se convirtió en la nación más poderosa del continente. Estados y monarquías cayeron bajo las armas francesas, dando paso a regímenes políticos satélites de París.

La economía del llamado Antiguo Régimen era de base agraria, caracterizada por una agricultura de escasa productividad dirigida a satisfacer la necesidad alimentaria de la población y no estuvo destinada a la comercialización.

Fábrica británica en el siglo XIX.  Gran Bretaña, sin embargo, comenzó a producir en grandes proporciones. Esto fue posible gracias a la concurrencia de los siguientes factores:

- la existencia desde el siglo XVII de una monarquía liberal, en la que los poderes del monarca estaban acotados por la existencia de un parlamento elegido por votación y por una Constitución cuyas disposiciones legales se encontraban por encima del poder real; a diferencia de la monarquía absoluta en la cual el rey disponía de todos los poderes y ningún organismo limitaba su autoridad.

- La insularidad actuó como una barrera de protección, a la que se unía el desarrollo de una poderosa flota de guerra que mantuvo su hegemonía mundial durante los siglos XVIII y XIX.

- La existencia de una moneda estable y un sistema bancario organizado. El Banco de Inglaterra fue creado en 1694, estas condiciones no se dieron en otros países europeos hasta finales del siglo XVIII.

- Se inventaron una serie de máquinas capaces de producir más rápidamente que los artesanos, rapidez que el comerciante inglés necesitaba por razones de demanda. En 1769, James Watt patentó una máquina movida por vapor que iba a acoplarse enseguida a los arados, telares y husos. Ya no se trabajaría en los hogares sino en la fábrica, local donde se concentraban máquinas y hombres. Con la utilización de la máquina se produjo mayor cantidad de mercadería en menor tiempo y a más bajo costo, y cambiaron las formas de trabajo.

- Se desarrolló la minería del hierro y del carbón. En las proximidades de las minas de carbón se concentró gran parte del potencial industrial británico, en especial, con el nacimiento de una fuerte industria siderúrgica básica para proporcionar metales baratos para la construcción de máquinas, ferrocarriles, infraestructuras.

- Se construyeron canales que redujeron enormemente el precio del transporte y su estacionalidad, pues al contrario que los caminos, intransitables durante los largos periodos de mal tiempo, los canales se encontraban útiles casi todo el año.

- Los británicos se hicieron del control de buena parte de los intercambios comerciales de otros continentes con Europa -luego de competir con la marina mercante holandesa- esto produjo abundancia de capitales procedentes, en parte, de ese dominio comercial británico. El comercio colonial proporcionaba además, materias primas y mercados donde vender sus productos manufacturados.

- Los cambios en la agricultura -revolución agraria-, lograron superar la tradicional orientación hacia el autoconsumo, para producir excedentes comercializables que permitieron el crecimiento de la población. Parte de esa población emigró a las ciudades y pasó a formar la masa de los trabajadores industriales.

- El gobierno ofreció su apoyo sistemático al comerciante y al manufacturero y determinados incentivos para la innovación técnica y el desarrollo de las industrias de base.

La sociedad industrial sentó las bases del sistema capitalista, basado en una economía monetaria y el trabajo asalariado. La riqueza ya no fue sólo la inmueble (las tierras), sino mueble: el dinero y las mercancías, que eran las propiedades de la burguesía. Las ciudades inglesas crecieron y se modernizaron, pero alrededor de ellas se extendieron suburbios de pobreza.

 


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