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Al comenzar el siglo XVIII y como consecuencia de la guerra de sucesión, ascendió al trono español la dinastía de los Borbones. Habían heredado un imperio ultramarino con un dilatado territorio, una complicada estructura económica, una administración burocrática y una compleja organización social. 

La nueva política buscó superar los males económicos y el desorden administrativo heredado. Los reyes borbónicos contaron con la colaboración de funcionarios imbuidos en las corrientes políticas y económicas de la época. En 1733, se firmó el Pacto de Familia, que ligaba a los Borbones españoles con los franceses y obligaba a España a intervenir en distintos conflictos europeos.

Carlos III, partidario de las ideas de la Ilustración, encaró importantes reformas. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo; es decir, gobernar en beneficio del pueblo, pero sin la participación de éste en las decisiones y en los resortes de poder, fue el lema de las monarquías ilustradas.

Influido por las ideas fisiocráticas, según las cuales la agricultura era el único sector genuinamente productivo de la economía, capaz de generar el excedente del cual dependía todo lo demás, se realizaron mejoras en el sector agrario, dividiendo las grandes extensiones de tierra que se encontraban improductivas y entregándolas a los labradores. Para los fisiócratas, el gobierno no debía interferir en los asuntos económicos más allá de lo imprescindible, para proteger la vida, la propiedad y la libertad de contratación, adherían al librecambismo. Sintetizaban esta postura en la frase laissez faire, laissez passer, que significaba libertad para la actividad comercial en el interior del Estado y comercio exterior libre, sin trabas. En España, en consonancia con estas propuestas, se mejoraron las vías de comunicación y los servicios de transporte. En pocos años la producción manufacturera y el comercio se triplicaron y la población creció notablemente.

En relación a la política con las colonias americanas, se evaluó que para ejercer un gobierno efectivo sobre un territorio tan extenso, era necesario reestructurar la administración. Se crearon así nuevas capitanías generales y virreinatos, entre ellos el del Río de Plata (1776) que dependía hasta ese momento, del virreinato del Perú. Con el fin de incrementar el comercio con las colonias, se dictó en 1778 el Reglamento de Libre Comercio que abrió más puertos en España y las colonias; entre ellos, el puerto de Buenos Aires. Además de mejorar el abastecimiento de las colonias, la finalidad fue la de reducir el comercio ilegal del que usufructuaban franceses, portugueses, holandeses e ingleses en las zonas del Caribe y el Río de la Plata.

Fernando VII, obra del pintor  español Agustín Esteve.  Entre 1788 y 1808, Carlos IV gobernó España. Su reinado se inició con pocos cambios respecto al periodo anterior. En 1789, las Cortes de Castilla -reunidas a puertas cerradas- reconocieron como heredero al futuro Fernando VII con sólo cinco años de edad.

Cuando asumió Godoy como ministro de Carlos IV, inició una serie de importantes cambios. En política exterior, firmó el Tratado de San Ildefonso, en 1796, que era una alianza defensiva y ofensiva contra Gran Bretaña y que colocaba a España como satélite de Francia. Ese pacto llevó a que los aliados brindaran su apoyo a los nacientes Estados Unidos cuando se independizaron de la metrópoli británica.

La declaración de guerra de los aliados a Gran Bretaña (1796-1797) llevó a esta última potencia a concentrar su flota en el Atlántico. A España no le fue muy bien debido a la derrota naval en el cabo de San Vicente (1797) y la pérdida de Trinidad, en América. También, los británicos bloquearon el puerto de Cádiz y atacaron barcos españoles. Así, las comunicaciones con las colonias americanas quedaron cortadas: las relaciones comerciales fueron perturbadas; se aflojaron los vínculos entre la metrópoli y los dominios y se retrasó la llegada de las riquezas coloniales. El reino de España se vio obligado a permitir que los barcos neutrales comerciaran directamente con el imperio español.

En 1801, Napoleón impuso a Carlos IV entrar en guerra contra el aliado histórico de Inglaterra. En la Guerra de las Naranjas contra Portugal los españoles vencieron y Godoy capitalizó la hazaña siendo nombrado generalísimo. Francia e Inglaterra firmaron la paz de Amiens (1802). Esta paz fue sólo una breve tregua, ya que los aliados se dispusieron a arrebatar a Gran Bretaña su supremacía marítima.

El 21 de octubre de 1805, los franceses y sus aliados españoles fueron vencidos por la flota británica comandada por el almirante Nelson, frente al cabo de Trafalgar; terminando así con las esperanzas de Napoleón de ejercer su poderío los mares e invadir las Islas Británicas. Gran Bretaña dominaba los mares, bloqueaba los puertos franceses y cortaba las comunicaciones con las colonias. En respuesta a esta situación, Napoleón planeó y puso en marcha el bloqueo económico: todo tráfico comercial con los británicos estaba prohibido en los puertos franceses y de los Estados vasallos.

El bloqueo provocó en Europa gran descontento. Muchos países interesados en el comercio con Inglaterra se vieron perjudicados por estas disposiciones. Como respuesta, se recurrió al contrabando, aunque como se lo reprimía, generó nuevos odios contra la dominación económica y determinó una constante política de represión y anexiones en el continente, ya que todo aquel que desobedecía el bloqueo, era invadido por las tropas napoléonicas.

El bloqueo continental obligó a los ingleses a buscar nuevos mercados en las colonias ultramarinas. Guerra expansiva y comercio estaban estrechamente vinculadas para los ingleses. El primer ministro William Pitt, planteaba a sus compatriotas que "Cuando se trata del comercio, desde vuestra última línea de defensa, desde vuestra última trinchera, debéis defenderlo o perecer".

Extraído de: Sierra, Vicente. Historia de la Argentina. Fin del régimen virreinal e instalación de la Junta de Mayo de 1810, Buenos Aires, Unión de Editores Latinos, p. 82.

Así, en 1806 y 1807, los británicos dirigieron su flota hacia Buenos Aires intentando, sin éxito, apoderarse de la capital del virreinato. Pero el interés hacia el Río de la Plata no era cosa nueva, desde tiempo atrás hubo planes de invasión que el gobierno español conoció gracias al trabajo de sus espías en Londres. Esta información le permitió alertar a los virreyes para que preparen la defensa de Montevideo y Buenos Aires ante una posible expedición militar inglesa.

Los fusilamientos del 2 de mayo  El pintor Francisco de Goya (1746-1828) fue testigo de la Guerra de la Independencia (1808-1814). y retrató algunos aspectos en sus pinturas.     Dado que Portugal seguía constituyendo un lugar por el cual las mercancías inglesas penetraban en Europa, Napoleón decidió apoderarse de toda la Península Ibérica. Godoy, que mantenía conversaciones secretas con Napoleón, se vio forzado a firmar un convenio sobre la guerra conjunta contra Portugal –el Tratado de Fontanebleau-; que permitía a las tropas francesas atravesar el territorio español en su tránsito hacia Portugal. Este país quedaría dividido en tres partes, una de las cuales, el principado del Algarbes sería adjudicado a Godoy. Portugal fue ocupado por las tropas franco-españolas. Nada justificaba la presencia de tropas francesas en España, pero continuaban allí.

En marzo de 1808, ante la evidencia de la ocupación francesa, Godoy aconsejó a los reyes que se trasladaran a Aranjuez y desde allí iniciaran su huída de España. Se produjo entonces el Motín de Aranjuez, levantamiento popular contra los reyes, aprovechando su presencia en el palacio de la localidad. Carlos IV, ante el cariz de los acontecimientos, abdicó a favor de su hijo Fernando VII. Esto significaba la caída del impopular ministro Godoy.

Napoleón, receloso ante el cambio de monarca, convocó a la familia real española en Bayona. Fernando VII, bajo la presión del Emperador, devolvió la Corona a Carlos IV y éste se la entregó a Napoleón que designó nuevo rey de España a su hermano José. El 2 de mayo de 1808, la población española inició la guerra de independencia contra la presencia francesa en España. Este movimiento fue perseguido y reprimido por las milicias bonapartistas.

Preso el rey, la población organizó el poder político en juntas provisionales que se fijaron la responsabilidad de salvaguardar la soberanía en ausencia del monarca legítimo Fernando VII. Esas juntas, casi sin proponérselo, fueron poniendo en práctica los principios de la ilustración francesa y, en 1812, sancionaron una Constitución que reconoció la soberanía popular y estableció el sufragio, la división de poderes, la libertad de imprenta, abolió la inquisición, acordó el reparto de tierras, la libertad de industria, la propiedad privada, los derechos civiles. Surgía en España una monarquía constitucional.

A continuación, se incluye el texto de los acuerdos secretos entre Napoleón y Carlos IV sobre la división de Portugal en tres partes y cómo el reino de España contribuiría a la concreción de esos planes. Se conoce con el nombre de Tratado de Fontainebleau.

Tratado secreto entre Carlos IV y Napoleón sobre Portugal




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